Revista Opinión

Gibraltar, otra vez

Publicado el 12 mayo 2012 por Cronicasbarbaras

Vuelve a repetirse el ritual diplomático de la protesta española por la visita a Gibraltar de un príncipe británico, ahora en junio, del último hijo de la reina Isabel II y número siete en la línea sucesoria, Eduardo de Inglaterra.

En julio del próximo año se cumplirán los tres siglos de la cesión española de Gibraltar en el Tratado de Utrech, consecuencia de la Guerra de Sucesión (1701-1715), en la que los ingleses apoyaron al que sería derrotado archiduque Carlos de Austria y los franceses consiguieron hacer rey a Felipe V de Borbón.

Los bandos conquistaban territorios: los ingleses lograron Gibraltar, entre otros, y consiguieron quedárselo en Utrech, donde se cambiaron múltiples fronteras europeas.

En Cataluña, los nacionalistas convierten ahora esa guerra de sucesión en una de secesión, cuando allí se defendió heroicamente, hasta el 11 de septiembre de 1714, a Carlos de Austria.

Situación casi premonitoria de lo que algo más de un siglo después sería la lucha entre los propios Borbones, de Isabel II y su tío Carlos María Isidro, creador del Carlismo, el pensamiento tradicionalista que inspiró los nacionalismos.

Es historia, y envolverse en ella sólo debería valer para aprender a no cometer iguales errores.

Pero el romanticismo nacionalista se esfuerza en cambiar esa historia: el español, que nunca recuperará Gibraltar mientras los gibraltareños no lo quieran, y el catalán, que no puede reinventar el pasado falsificándolo.

En Íllora, Granada, hay otro Gibraltar: un cortijo de 995 hectáreas, una vez y media más grande que la Roca, donado por las Cortes de Cádiz al Duque de Wellington por luchar contra los franceses en la Guerra de la Independencia.

Magnífico coto, allí va a cazar frecuentemente Carlos de Gales, el heredero británico. Y nadie protesta: es historia.

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