El belga se viste el maillot arco iris de campeón del mundo de ruta con un ataque seco y esperado a dos kilómetros de la meta
Gilbert saluda a los espectadores ante de cruzar la línea de meta - Reuters.
No por esperado y anuncio a voz y platillos por cronistas y entendidos del mundo del ciclismo dejó de ser un ataque duro y sin un ápice de duda de Philippe Gilbert (Verviers, Bélgica, 1982), rodeado y protegido por varios compañeros suyos de la selección belga en la última ascensión al Cauberg. En forma, Gilbert es un salvaje difícil de atrapar que gana con tiempo a recrearse, en cuanto dejó atrás a Nibali, el único que no era de su país, pedaleó hacia su sueño de siempre: el maillot arco iris, ser campeón del mundo de ruta y morder la medalla de oro. En un suspiro abrió un hueco tan grande que le dio tiempo a agitar su puño derecho, a saludar al público en la localidad turística holandesa de Valkenburg, entre ellos muchos belgas ondeando la bandera de su país, y señalar al cielo. Ahí, en las nubes, estaba Gilbert, incansable para arrancar con el plato gordo. Escapado el que sería el campeón, se formó un terceto de aspirantes a las dos medallas que quedaban por repartirse: Kolobnev, Hagen y Alejandro Valverde, fantástico en la temporada de su retorno tras su sanción y recibió el bronce de las manos de Pat McQuaid, presidente de la UCI, quien hizo todo lo posible para impedir su presencia cuando no el murciano no había sido castigado. Valverde no tuvo fuerzas para hacer un ataque continuo ni parar replicar a Hagen, que se llevó la plata. No hubo dudas sobre quién sería el campeón cuando arrancó Gilbert, que recordó que sus antepasados son holandeses, y que, por supuesto, su selección “ha hecho un gran trabajo y han sabido posicionarse”. Quedarse en el grupo final de 40 más fuertes, después de una primera fuga neutralizada en la que estuvo Pablo Lastras y a la que se uniría después Flecha, també Contador o Cataldi, vencedor en el Cuitu Negro de la Vuelta. La prueba en la que renació Gilbert, capaz de ganar en Montjuïc ante Purito Rodríguez y en La Lastrilla ante Valverde. Dos triunfos que, unidos al sueño de siempre, “llevar 12 meses el maillot arco iris”, hacen que la temporada sea de notable alto para Gilbert, un clasicómano con un palmarés generoso: dos Amstel Gold Race (2010 y 2011), una Liège-Bastogne-Liège (2011), dos Paris Tours (2008 y 2009) y un Tour de Lombardía (2009 y 2010). También cuenta con un triunfo de etapa en el Tour y otro en el Giro. Lejos queda un gran susto, el cáncer de piel que le fue detectado en 2007 y del que se recuperó este ciclista que empezó su carrera siendo instruido por su familia y por Christian, su hermano mayor. Como rezaba una pancarta en holandés que sostenía un monigote que emulaba a un ciclista, un invento de un espectador, “Proficiat Phillipe”. O lo que es lo mismo: bravo Philippe. Bravo Valverde, que entró a cinco segundos del oro y a uno de la plata, con margen sobre el imparable Degenkolb. El murciano, segundo en una Vuelta en al que se llevó dos triunfos de etapa y otro con su Movistar, logró su cuarta medalla mundialista, el segundo bronce. Tiene otras dos platas. A su cuarto oro aspiraba Óscar Freire en su último Mundial y que se quejó de la estrategia: “Ninguno de mis compañeros ha estado conmigo al final”.