Mexicano Su poesía de esos primeros años del S.XX es, a veces, prosa. Las explicaciones ambiguas le fascinan y su mundo es alegórico pero muy real al paladar pupilar. Me gusta descifrar claves, me gusta Gilberto Owen:
Viento
Cuando quise volver, no había ya nadie más que aquel frío seco, en cuclillas, fakir famélico. Cogí un rincón de mi recámara y me lo eché sobre los hombros. La noche me quitaba esta sábana para el hijo mimado. La pared se alejaba jugando con él.
Me puse a mirar el Niágara que habrá, detrás y arriba, y la instalación de turbinas necesaria para alimentar alfa voltios de soles y de estrellas. Le pregunté a Esopo a qué hora llegaría: "Anda", me dijo, pues quería calcular la velocidad de mi marcha y la fuerza de mis ideas generales. Pero ahí estaba el viento, para contar mis versos con los dedos. Deshojaba unas margaritas negras, y el último pétalo decía que no invariablemente. En vano denuncié a gritos la trampa. Todas las casas estaban ciegas y sordas como tapias. Hasta las paredes. Hasta los que usan monoclo habrían llorado.
Llamé tan fuerte, que se cayó una estrella: “Formula un deseo”, me dijo mi ángel. Entonces abrí el estuche de terciopelo negro y fui sacando las cosas del mundo, poco a poco, ordenándolas. Alguien, sin despertar, dejaba de dormir y lloraba. El sol espiaba cauto entre dos lomas si ya lo había arreglado yo todo, como los cómicos que miran por un agujerito del telón el estado del público.
Sonó el cencerro, al cuello de la iglesia, y las casas echaron a andar rumbo al campo y llegaron a mí, que no podía ir a ellas.
"Viento" en Línea. Gilberto Owen