Revista Viajes
Otro nuevo día amanecía en este pequeño paraíso de las Islas Gili y, tras un reparador sueño, al despertar ya nos esperaba un completo desayuno en el porche de nuestra idílica cabaña. Y bien que tuvimos que reponer fuerzas porque teníamos por delante un largo día en el que íbamos a explorar los fondos marinos de las tres islas. Habíamos adquirido a Ivan -el simpático propietario del "Resota Twins"- los billetes para embarcar en una barca típica de madera que durante seis horas navega por los puntos de buceo y snorkel más destacado de las Islas Gili. Pero antes de la salida pudimos pasar un rato tranquilos paseando por las arenas blancas de Gili Trawangan.
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A la hora convenida nos presentamos delante de la caseta de la agencia que se encargaría de llevarnos a los puntos de snorkel. Allí te facilitaban el equipo necesario para ello aunque nosotros sólo nos llevamos las aletas. En este viaje a Indonesia sabíamos que íbamos a conocer los fondos y fauna marina así que nos llevamos nuestro propio equipo a excepción de as aletas. Los equipos que te suelen prestar son verdaderamente malos. Y de ahí a la bonita barca de casco azulado. El patrón de la barca nos explicó los lugares en los que fondearía y el recorrido que iba a hacer. Teníamos la primera parada en la punta noreste de la isla de Gili Trawangan, conocido como el punto de las tortugas carey. Tuvimos suerte y pudimos contemplar varios ejemplares de esta especie en serio peligro de extinción.
En la primera incursión en el mar me tropecé con este pez damisela negro. Salió como un rayo de su escondite en un coral cerebro y me propinó mas de un mordisco. Está claro que poco le importaba que yo fuera cien veces más grande que él -o quizás ella- y que es posible que estuviera protegiendo una puesta de huevos. De todas formas es un pez muy territorial.
Más tarde saltaríamos a la vecina isla de Gili Meno para bucear en un pecio de un barco hundido hace unos años. Aquí las fuertes corrientes dificultaron mucho el buceo y más de uno pasó ciertos apuros debido a ellas. La tercera parada de inmersión se tuvo que cancelar porque las corrientes eran muy peligrosas, así que nos dirigimos a la isla de Gili Air para desembarcar, varar en la playa la barca de madera e ir a comer a unos de los restaurantes situados a pie de playa. Un descanso que nos vino muy bien para retomar fuerzas para la siguiente incursión en el mar.
La última inmersión fue en la parte oriental de la isla de Gili Air, la isla más cercana a Lombok. Allí hay un punto de buceo y snorkel llamado el Jardín de los Peces, un lugar mágico donde abundan una gran variedad de especies de peces tropicales y en un número verdaderamente elevado. Yo fui el primero en lanzarme al agua y el espectáculo fue prodigioso. El patrón de la barca me facilitó unos pedazos de pan para que pudiera alimentar a los peces y el revuelo que se formó en el arrecife de coral, con centenares de peces nadando a mi alrededor, difícilmente podré olvidarle. La sensación fue como la de estar en el interior de un acuario, de un acuario gigantesco poblado por preciosos cardumen de peces.
A no más de tres metros de profundidad pudimos contemplar peces ballesta picasso, peces ídolo falsos, peces damisela negra, peces cirujano, damiselas azules, peces arcoiris, grandes cardúmenes de damiselas sargento mayor y a medida que aumentaba la profundidad otros peces de mayor tamaño iban apareciendo. La seis horas que duró la excursión a los puntos de inmersión de las Islas Gili pasaron volando, pero si que es verdad que acabamos molidos de tanto nadar. Tras regresar a a Gili Trawangan nos fuimos a nuestra cabaña para darnos un ducha y salir a dar una vuelta.
En las Islas Gili no hay coches ni ningún otro vehículo con motor a explosión, todo el mundo se desplaza en bicicleta o en los carros-taxi tirados por caballos. Una parte de la playa se ha acotado para que puedan varar las barcazas que traen mercancías, ya sean de productos de alimentación o bebidas u otros de primera necesidad, o bien las que traen materiales de construcción para las casas. Cuando estuvimos nosotros el ritmo de transporte de sacos de cemento, piedras, arena, tejas y mortero era desenfrenado. Había que andarse con cuidado en las esquinas para no ser atropellado por uno de estos carros cargados hasta los topes y que se dirigían a la mezquita más grande de la pequeña isla de Gili Trawangan que se encontraba en obras.
Y hablando de mezquitas no había comentado la desagradable sorpresa que nos deparó la primera noche en las Islas Gili. Si bien es cierto que habíamos leído comentarios de otros viajeros acerca de la llamada a la oración por parte del imán a las cuatro de la madrugada, y que incluso tenías en la mesita de noche de la cabaña tapones de silicona para intentar mitigar los efectos sobre el sueño, no te haces una idea hasta que lo vives. Cuando más profundo tienes el sueño, en lo mejor del descanso, te despierta súbitamente un sonido infernal llamando a la primera oración del día, efectuado a través de seis enormes altavoces. Y cuando crees al cabo de unos pocos minutos que todo ha acabado te radian por los altavoces el rezo completo durante 40 minutos. Una pesadilla en toda regla, y así todas las noches. Por cierto, la mezquita en piedra y una construcción sólida mientras que las casas de los locales de chapa y maderas y muy humildes.
Como el día anterior, y tras refrescarnos con una ducha, nos fuimos a dar una vuelta por la isla. Gili Trawangan está circunvalada por una carretera y paseo que transcurre paralela a la línea del mar. La parte este y sur está llena de negocios de todo tipo, agencias de excursiones, cursos de buceo, alguna pequeña tienda de alimentación y sobre todo muchos restaurantes y bares que se llena hasta los topes al caer la noche. También hay una pequeña clínica con un médico, por si acaso, y que también funciona como casa de huéspedes.
La parte oeste de la isla esconde unas playas increíbles y unas aguas turquesas maravillosas que invitan a bañarse y a nadar. Aquí, junto a unas frías cervezas, puedes olvidar completamente al resto del mundo, los problemas, las miserias, los malos rollos, en fin, puedes desconectar totalmente de todo. Y si como yo tampoco aguantáis demasiado tumbados en una hamaca sin hacer nada, a pocos metros te alquilan una tabla de surf para poder pasar unos buenos ratos en las fantásticas olas del arrecife del suroeste de Gili Trawangan.
Y tras un rato de holgazaneo por la playa cogimos las bicis y nos fuimos a la parte oeste de la isla para volver a contemplar el maravilloso atardecer que pudimos ver la tarde anterior. Mismo sitio mismas cervezas heladas y el paisaje evocador del Mar de Bali con el volcán de la Isla de Bali recortado por las luces del ocaso. Debe ser lo más parecido a la felicidad, la paz interior que te traslada es difícilmente explicable....hay que vivir ese momento por uno mismo.
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