Revista Diario
De todo hay en la viña del señor. Médicos gilipollas, también. De hecho, hay más de lo estrictamente recomendable. Pero, a veces, su gilipollez es tan franca que te da hasta pena. Dr J. Jefe de servicio. Es jefe porque en alguna parte hay que ponerlo. Acompaña a un pope de Barcelona que ha ido a nuestro humilde hospital a realizar una técnica novedosa. Se paran justo delante de la cama de un paciente que acaba de fallecer.- Este paciente - dice el Dr J, dándose aires de importancia - es un caso complicadísimo, nos llegó muy inestable, pero supimos salir adelante. De hecho, ahora lo están destetando del respirador.- No - corrige la enfermera, dentro del cubículo - le estamos quitando el tubo porque ya no le hace falta.- ¿Quieres decir...? - pregunta el Dr J, como el que no se cree lo que está oyendo.- Que ya no respira, sí. La cara del pope de Barcelona es todo un poema. - Oh, oh, sí, bueno - tartamudea el Dr J, sin saber dónde meterse - ejem...esto...vamos a ver si el instrumental de la técnica está preparado.Un gilipollas que no conoce la evolución de sus pacientes- aunque, en ese momento, estén en manos de otros - es doblemente gilipollas.