Revista Cine
Genio de la danza y la interpretación, la mayoría de la gente la recordará por sus papeles en musicales al lado de Fred Astaire, otra de las grandes estrellas de la época dorada de Hollywood. Estamos hablando de Ginger Rogers, una de las más reconocidas divas del séptimo arte de todos los tiempos.
Nacida bajo el nombre de Virginia Katherine McMath en Independence (EEUU) en 1911, era hija de la escritora Lela McMath, empeñada en convertirla en niña prodigio. Asi, fue ella la que la empujó a los escenarios y provocó que con tan sólo cinco años la pequeña Virginia ya estuviese haciendo sus primeros pinos en el mundo del espectáculo al aparecer en varias películas publicitarias.
En 1924, cuando contaba con trece años, empezó su carrera como bailarina y cantante y dos años más tarde se metía de lleno en vodeviles y music-hall en compañía de Eddie Froy Jr. El salto a la gran pantalla se hizo esperar jasta 1931, momento en el que la atractiva actriz se trasladó a Hollywood con un contrato con la casa Pathé, que tantos éxitos ha firmado, bajo el brazo. De este modo empezó a filmar algunas películas de serie B en las que pronto se vio encasillada, pues sólo le daban papeles de chicas rubias con gracia pero sin apenas contenido o dificultad. Cansada del cliché que le habían impuesto, no tardó mucho en fichar con la RKO.
Fue precisamente con la productora RKO con quien Ginger Rogers se conoció en la mujer que hoy recordamos. Dio su paso al estrellato con Fred Astaire como pareja artística, con quien protagonizó diez musicales. Sus pases de baile encadilaron al mundo entero y el público los consagró como una de las parejas inolvidables del séptimo arte.
Las obras más conocidas de Ginger fueron “Volando hacia Río de Janeiro” (1933), “La alegre divorciada” (1934), “Sombrero de copa” (1935), “Ritmo loco” (1936), o “Me siento rejuvenecer” (1952), todo un clásico de la comedia clásica. Tiene en su haber un premio Óscar que consiguió gracias a su interpretación en la película “Espejismo de amor” (1949).
Ginger Rogers murió en 1995 en Mirage (EEUU). Mientras ella pasaba a mejor vida, su talento, su sensualidad y, sobre todo, sus espectáculos de charleston, quedaron grabados en la memoria colectiva que, a día de hoy, como demuestran las innumerables reposiciones de sus películas en televisión, no la olvida.
Publiqué este artículo por primera vez en "Vidas famosas" el 18/01/2012