Micromundos en expansión
En 2011 la boliviana Giovanna Rivero fue seleccionada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de "Los 25 secretos literarios mejor guardados de América Latina"; galardón un tanto ambiguo, pues ¿a quién le gustaría ser un secreto mejor o peor guardado? En el caso de Giovanna, supondría además una injusticia atroz desconocer la narrativa de una de las autoras más inquietantes de la literatura contemporánea escrita en español. Por eso es tan importante el trabajo de editoriales como Aristas Martínez, de publicar de este lado del Atlántico a exponentes de la literatura latinoamericana y hacerlo con respeto, sin intentar "traducir" o atenuar esas diferencias culturales o lingüísticas ―una práctica lamentablemente muy frecuente en editoriales que publican autores de aquel continente―, que son, en definitiva, las que enriquecen cualquier experiencia literaria.
Para comerte mejor reúne once relatos fantásticos que clasificarían indistintamente ―y no de forma excluyente― en los rótulos de new weird, terror y ciencia ficción. Es notable la cohesión que existe entre los diez primeros ―son todos relatos en primera persona, que parecen tener como cometido provocar en los lectores ese desmoronamiento de la realidad circundante que asociamos a lo fantástico―, mientras que "Albúmina", el último de esta nómina ―un relato que en 2015 recibió el Premio Internacional de Cuento Cosecha Eñe―, es una historia de ciencia ficción intimista que vendría a funcionar en el conjunto más a la manera de un bonus track.
Cada relato de los presentes en esta colección funciona como un micromundo complejísimo y de cualquiera de ellos se podría escribir extensamente. Comparten la ambigüedad de sus finales y su cualidad de perdurar en nuestra memoria; la predilección por los personajes extraños, locos, turbios, aquellos que se saben diferentes al resto y cuyas experiencias pasan por el filtro de la migración o de la alienación social ―ambas cuestiones perfectamente empalmables―. Beben de fuentes distintas para suscitar el horror y son el ejemplo perfecto de la hibridez y el mestizaje de los que tanto se habla cuando se intenta explicar o diseccionar la literatura latinoamericana, especialmente si esta no es realista.
Y como es tan extenso este mapa que Giovanna Rivero ha desplegado con Para comerte mejor, he preferido dirigir mi atención solamente hacia dos de sus cuentos; los que considero los mejores de esta colección o, al menos, los que más me han conmovido y desconcertado: "Yucu" y "Pasó como un espíritu"; ambos colocados consecutivamente en el núcleo palpitante de este libro.
Gótico latinoamericano
En los últimos tiempos, la crítica literaria ha hecho foco sobre la prefiguraración de lo que casi se podría considerar un movimiento, impulsado por una mayoría de autoras, en el contexto hispanoparlante: el gótico latinoamericano. En tal genealogía destacarían figuras como Mariana Enríquez, Samantha Schweblin y Mónica Ojeda. Creo que para entender de qué se trata este gótico latinoamericano, "Yucu" es fundamental. Un cuento sobre vampirismo en el trópico amazónico. Guayaberas almidonadas, bufeos, cotos rellenos, el sol castigador en las frentes forasteras... "Yucu", sin embargo, no es la simple traslación del epítome de los relatos góticos a un ambiente latinoamericano; sino un recorrido, se pudiera incluso pensar que histórico, por caminos diferentes que terminan conduciendo a un mismo horror ancestral.
Mis noches de Marte son mis noches de lucha, otro viejo lugar común con el que la vocinglería popular ha tejido cuentos baratos. (Quizás esto, mi vida, este paréntesis en el trópico boliviano, haya sido otro cuento barato, a no ser por la presencia de la chica, que sosegaba mis batallas). Apenas un retortijón incómodo en el estómago, un insomnio persistente cercano a la infelicidad, y la certeza de que pese al cansancio crónico, quiero, tengo que seguir respirando.
La literatura gótica, tan ligada al movimiento cultural del Romanticismo, se reencuentra en esta narración con los rasgos que la perfilaron primigeniamente en el "Nuevo Mundo"; pues no podemos olvidar que es con este movimiento que América Latina configura por primera vez sus relatos nacionales, desligados de su metrópoli española. Los poetas románticos que cantaron en Europa a los paisajes de bosques fríos, los espectros fantasmales en cementerios neblinosos y los castillos medievales; en Latinoamérica lo hicieron con el paisaje selvático, los huracanes, las gestas libertadoras. Más adelante, con los modernistas ―anverso ineludible de este Romanticismo que tantas veces negaron―, estos mismos cantos se cubrieron con el horror de las crisálidas, las apariciones fantasmales, la barbarie y la vorágine resinosa de una selva que se negaba a doblegarse ante la civilización.
Giovanna Rivero en su texto reconstruye el gótico desde estos presupuestos y ofrece, al mismo tiempo, una historia sobre la identidad, la soledad y la intolerancia.
Ciencia ficción a doce mil pies de altura
"Pasó como un espíritu" es un relato deliciosamente extraño. Si "Yucu" se desarrollaba en un ambiente amazónico, esta narración remite a un paisaje andino, agreste, montañoso; un paisaje de mosquitos crueles, protector solar para los frecuentes cánceres de piel, penurias, segregación, hambruna; un paisaje de cholas sen que mascan coca con parsimonia mientras preparan rituales arcanos. Eterazama, la Doctrina, la resistencia, Era Planetaria, los fetos de llamas para exportar "cultura andina" como antes se exportó vudú haitiano, arman la filigrana de un mundo que se adivina amplio y retorcido por debajo de lo que se relata en primer plano. La protagonista, una mujer de raza híbrida, sueña con engendrar el hijo de Evo Morales, devenido deidad y con cuyo espectro putrefacto habrá de copular para cumplir su cometido en la vida.
―Me he registrado para la ofrenda ―le explico, titubeante.
―¡Peor todavía! ―ladra el guardián. Huele a coca, pero no a coca fresca y nutritiva, sino a la que se acumula durante años, agusanada,y que en épocas de crisis circula cubierta de la peor lejía por los mercados negros. Esa es la coca que mata, la que reparte bacterias y genera alucinaciones colectivas, visiones horribles, sueños manchados.
Aquí, Rivero lleva el asco y lo litúrgico a extremos inimaginables. Como también lo han hecho sus paisanos Edmundo Paz Soldán y Liliana Colanzi; como lo hizo Jorge Baradit en Ygdrasil o Rita Indiana en La mucama de Ominculé; es esta una ciencia ficción que se confunde con mitología y ritos religiosos, donde la cosmogonía es también una ciencia extrapolable y lo íntimo y subjetivo se vuelve primordial a la hora de narrar la Gran Historia.
Para comerte mejor es un libro imprescindible para entender los derroteros por los que transita hoy la ficción fantástica. Es siniestro, delicado, ambiguo, incómodo, punzante... ¿Quién querría guardarse para sí tal secreto?