Revista Opinión

Girolamo Savonarola ¿criminal o santo reformador?

Por Beatriz
Tomado de: http://www.mgar.net/
Girolamo Savonarola (Ferrara 1452-Florencia 1498):
Nació en el mismo mes y año que Leonardo, en el seno de una familia adinerada de Ferrara. Su abuelo Miguel, que era médico, se había sentido atraído por los problemas religiosos y quizá fue quien más influyó en su idea reformadora de la Iglesia. Abandonó los estudios de medicina cuando tenía 22 años para entrar en secreto, sin el consentimiento de sus padres, en la orden de predicadores y mendicantes de los dominicos en Bolonia. Siendo ya miembro de la orden escribió diversos tratados acerca de la decadencia de la Iglesia y sobre los textos de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Entre 1485 y 1489 visitó numerosas ciudades italianas, entre ellas Florencia, en calidad de predicador talentoso y dotado de un gran fervor misionero. Sin embargo, no agradó demasiado a los florentinos. En 1490 ingresó en el convento dominico de San Marcos de Florencia, del que fue elegido prior en 1491. Savonarola empezó a tratar en sus sermones los temas del Apocalipsis y las visiones de la amenaza del fin del mundo. Ejerció una enorme influencia sobre la población con sus ideales de pobreza y desposeimiento y con prédica de la flagelación por la corrupción moral, la degeneración, el lujo, el derroche y el afán de placeres en los círculos de la Iglesia oficial y de la ciudad; sus adeptos acabaron por venerarlo como a un profeta. La intensidad y el radicalismo de sus arremetidas retóricas contra Lorenzo de Médicis y su hijo Pietro, así como contra a Santa Sede y la Iglesia, no cesaban de crecer. Cuando los Médicis fueron derrocados en 1494 y Carlos VIII de Francia conquistó el reino de Nápoles en los años 1494 y 1495, sus profecías se vieron cumplidas y Savonarola mantuvo estrecho contacto con el monarca francés.
La república teocrática:
El religioso instauró entonces en Florencia una especie de democracia teocrática en la que se seguían sus ideas sin que él mismo participara activamente en la política, permaneciendo en un segundo plano como eminencia gris. El fervor moral de sus secuaces pronto se transformó en vigilancia, espionaje y denuncias. Con la reclamación del derecho de resistencia contra la Iglesia el 18 de marzo de 1498, en su último sermón antes de la ejecución, Savonarola tocó un punto delicado. Gran parte de la sociedad florentina aplaudía las aspiraciones de una fracción reformista de teólogos que pretendían contrarrestar el creciente absolutismo del papa mediante una constitución conciliar y la cogestión en las cuestiones de importancia decisiva para la Iglesia; sin embargo, dichos esfuerzos fracasaron y muchos tomaron al papa por el anticristo. A principios del año 1498, Savonarola publicó su Trattato circa il Reggimento di Firenze (Tratado acerca del gobierno de Florencia). En él proponía una reforma de gobierno "basada en la justicia, la paz y la confianza entre los ciudadanos". Según el predicador dominico,
"las relaciones sociales (...) se nutrían de la desconfianza recíproca, y las acciones privadas y la actividad intelectual de los ciudadanos (...) serían absolutamente libres". (Savonarola)
Savonarola opinaba que ello sólo sería posible si la causa inicial y final era la aspiración hacia el bien común -bene comune-, un principio ético extraído de los textos de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, el predicador dominico era demasiado radical en sus opiniones y fomentaba la quema en la hoguera de todos aquéllos que se abandonaran al vicio y el libertinaje, así como la restricción y supervisión de la ciencia y la supresión del desnudo en el arte. A pesar del carácter casi dictatorial de su conciencia misionera hacia finales de su vida, Savonarola tenía por modelo a Cristo crucificado:
Puesto que no voy a predicarme a mí mismo sino a Cristo (...), y no se convertirán a mis alabanzas sino a ti (...)". (Savonarola)
(Ruth Strasser)
[...] Para entonces, la oposición comienza a cambiar de aspecto. Los florentinos comienzan a dar oídas al fraile dominico que denuncia la "dolce vita" de la corte florentina, el paganismo, la asfixia de la libertad ciudadana. Los Médicis intentan acercarse al predicador y tratar con él. Fray Jerónimo es rígido; para él, los Médicis son la causa del mal y deben irse, porque el castigo de Dios está cerca:
y tú, Florencia, que piensas sólo en ambiciones y empujas a tus ciudadanos a exaltarse, sabe que el único remedio que te queda es la penitencia, porque el flagelo de Dios ya está próximo. (Savonarola)
Su terrible y profética elocuencia fascinó a los florentinos. Su doctrina era muy simple: muy pronto la Iglesia pagaría por sus innumerables pecados, igual que la sociedad, que degeneraba buscando sólo su provecho y su placer. Un punto de vista adecuado a las inquietudes de su tiempo. Así las ardientes prédicas del monje impresionaron tanto a los florentinos, que cada vez eran más los que acudían al convento de San Marco y después a la catedral para oírlo: las buenas gentes se codeaban allí con Botticelli, Miguel Angel o el filósofo platónico Marsilio Ficino. Entre otros azotes anunciaba la llegada de un nuevo Ciro, que vendría de más allá de los Alpes como instrumento de la cólera divina. Según él, los florentinos eran el pueblo elegido. A través de Florencia habría de llegar todo y, por tanto, debían purificarse. Savonarola sustituyó el Carnaval por la fiesta de la Penitencia; además hizo alzar en plena Señoría una gigantesca "hoguera de las vanidades", en la que se arrojaron cosméticos, joyas, y libros, mientras que los artistas veían consumirse sus obras insuficientemente devotas o demasiado paganas. Savonarola incitaba incluso a los niños a que denunciaran las afrentas contra la moral.
Cuando en 1492 quiso defenderse de las acusaciones que decían que era contrario a los poetas, escribió el opúsculo De divisione et utilitate omnium scientiarum en el que hace derivar a la poesía de la filosofía racional, demostrando con ello que no tenía exacto conocimiento de la más divina de las artes. (Papini)
En 1492 muere Lorenzo. En muchas ocasiones he leído que Fray Jerónimo fue llamado a la cabecera del moribundo y que se negó a darle la absolución. Más que dato histórico es voz popular pero muestra el tenor de la fama del fraile. En realidad, Lorenzo muere lamentando no haber tenido tiempo para completar la biblioteca que hoy lleva su nombre en Florencia. La precoz muerte de Lorenzo sume a la ciudad en el luto, a pesar de todo. En Italia, se rompe el equilibrio logrado por la paciente, sagaz y adinerada diplomacia del Magnífico. Los franceses entran en Italia con su rey al frente -Carlos VIII- y Pedro, primogénito y sucesor de Lorenzo, cede y lo deja ocupar cuatro bastiones toscanos. Los florentinos se enfurecen y expulsan a los Médicis de la ciudad el 9 de noviembre de 1494. Fray Jerónimo no ceja, y menos ahora cuando ve cumplidas sus predicciones apocalípticas en buena parte. El pueblo - que ha vuelto a organizarse en partidos- lo convierte en árbitro de la situación. Savonarola promueve la reforma radical de las leyes de la ciudad: instaura un Monte de Piedad, legisla contra la disolución moral, organiza las "quemas de vanidades". Un día, entre el entusiasmo de la multitud, proclama Rey de Florencia a Jesucristo. Evidentemente el primer ministro era el fraile. (Angel R.Guevara)
Desafíos a la Iglesia:
Savonarola predicaba el ideal de la pobreza y el desposeimiento: "Una iglesia que devasta, que ampara a prostitutas, mozalbetes licenciosos y ladrones, y en cambio persigue a los buenos y perturba la vida cristiana no está impulsada por la religión sino por el diablo, al que no sólo se le puede sino que se le debe hacer frente". Cuando el papa Alejandro VI le ofreció el cargo de dignatario de la Iglesia con la intención de disuadirle de su anticlericalismo despiadado y severo, Savonarola rehusó:
"No quiero un birrete cardenalicio ni ninguna mitra, grande ni pequeña. No quiero sino que le diste a tus santos: la muerte".
Este no fue el único gesto de desafío a la Iglesia; el propio Savonarola había encendido con anterioridad una hoguera y escenificado una acción disciplinaria simbólica. El 7 de febrero de 1497 organizó en la Plaza de la Signoria una "hoguera de las vanidades" en la que ardieron objetos que simbolizaban los vicios profanos: instrumentos musicales, imágenes, joyas, naipes e, incluso, los libros de Boccaccio y Petrarca por su contenido "impúdico". Esta acción le valió la excomunión por parte del papa Alejandro VI, pero al mismo tiempo le sirvió de incentivo para organizar otra hoguera todavía más espectacular al año siguiente, en 1498.
Tortura, proceso y muerte en la hoguera (23 mayo 1498):
El triunfo de Savonarola fue efímero. Las facciones florentinas lo desbordaron y el Papa Alejandro VI ayudó a que así fuese.
El proceso careció de rigor legal (era axioma de la época que dove il motivo di procedere non c'é, bisogna fabricarlo, es decir, " donde no haya motivo para proceder, hay que fabricarlo".) acusación capital: haberse atribuido el don de profecía. Además: herejía, cisma, rebeldía... diecisiete cargos. Padeció varias semanas de torturas inhumanas por "defensor de la herejía y el cisma y por pretender innovaciones perniciosas". Fue condenado a muerte, ahorcado y quemado públicamente en la Plaza de la Signoria el 23 de mayo de 1498. Un eclesiástico le dice: " te separo de la Iglesia militante... y de la triunfante". El fraile responde: " Sólo de la militante; la otra no depende de ti". Reza el Te Deum ... antes que él muere fray Silvestre y fray Domingo, sus hijos espirituales y seguidores. No quiso enardecer a la multitud en su favor. Sólo le pidió que orara por él y luego rezó el Credo.
Yo te ruego, consolador mío, que tan preciosa sangre no se haya derramado en vano por mí, sino en la remisión de todos mis pecados, de los que te pido perdón, desde el día que recibí el agua del bautismo hasta este mismo momento, y entono a Ti, Señor, el mea culpa. Te pido perdón también del mal ejemplo que he dado a esta ciudad y a sus habitamtes, tanto en lo espiritual como en lo temporal, e, igualmente, de cualquier otra cosa en que haya errado sin darme cuenta. Humildemente pido perdón a cuantas personas se encuentran presentes y suplico rueguen a Dios por que me haga fuerte hasta el fin. (Savonarola. Prediche e scritti. Recopilados por M.Ferrari según crónica de Simón Filipepi)
Sus cenizas fueron arrojadas al Arno por miedo a los buscadores de reliquias. Las decenas de miles de partidarios que había congregado en torno suyo como predicador en la catedral de Florencia lograron eludir la oposición de la población, que se dirigió contra el propio Savonarola consiguiendo su arresto. La recién renacida república de Florencia vive un momento difícil y una situación precaria. Poco después de su muerte comenzó la veneración del predicador ascético. Su interpretación del Salmo 50, el Miserere, que había escrito encadenado de pies y manos, alcanzó gran difusión, gracias entre otras a la edición impresa de Lutero de 1523. La caída del fraile ocasionó cambios en los puestos de la administración citadina. Los "savonarolianos" pierden sus empleos.
Críticas a Savonarola:
Maquiavelo escribió en 1497 una carta en la que refiere, con "amargo y desilusionado sarcasmo", algunas de las homilías de Savonarola. Maquiavelo acusa al dominico de haber querido hacer un partido político a partir de una idea moral, dividiendo a la humanidad en dos bandos:
"uno que milita con Dios, el suyo; y otro con el Diablo, el de sus adversarios. . .". (Maquiavelo)
además, lo tacha de oportunista y le da, en El Príncipe, el título de "profeta desarmado", incapaz de construir algo durable, justamente porque no quiere afrontar la realidad. Maquiavelo es un teórico del triunfo, no del martirio. Savonarola dice a los hombres cómo deben ser. Maquiavelo tratará de mostrarles cómo son. La Iglesia no reconoció la coincidencia de sus pensamientos teológicos con la doctrina eclesiástica oficial, así como el carisma de su persona y su actividad visionaria, hasta el año 1558. El alemán Johann Wolfgang Goethe lo calificó de "monstruo grotesco", e historiadores de los siglos XIX y XX vieron Savonarola un lúgubre fanático que pretendía quemar y exterminar los bellos frutos del Renacimiento, el humanismo y las artes. Su figura sigue suscitando polémica, y si bien muchos lo consideran un fanático cegado por la religión otros piensan que fue un genio que abrió nuevas perspectivas.

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