Gisele Bündchen más que una mujer es un cañón. La descubrieron comiendo hamburguesas en un McDonald’s –la historia de una persona es el catálogo involuntario de sus anécdotas y con-tradicciones– y desde entonces su cuerpo ha servido para publicitar algo, ropa, telefonía, lo que sea, hasta convertirse ella misma en una marca, un símbolo, una empresa que es lo más «top» que puede ser una modelo.Después del rubio alemán de Claudia Schiffer, llegó el rubio brasileño con una herencia alemana de Bündchen –la moda suele ser una reinvención continua de lugares visitados–, que ha sido el que ha reinado en las pasarelas hasta que se ha retirado –a una edad a la que muchos españoles comienzan a trabajar–. Los diseñadores han convertido sus medidas de Ipanema en una metáfora del éxito, como si la irracionalidad de la belleza resultara fruto de una carrera o de un doctorado.Al lado de Kate Moss, que es como su archiantítesis, con sus novios rockeros, sus movidas nocturnas y chutes diversos de coca, Bündchen es un anuncio itinerante de la American Way of Life. En la vida de Bündchen todo es ideal, incluso el marido, lo que le da cierta pátina de niña buena, como de escayola perfecta. Es como un argumento de Sam Mendes. Sólo le falta la bañera y las rosas.+++++Gisele Bündchen presenta su libro fotográfico en Sao Paulo