Revista Cultura y Ocio
BIOGRAFÍA
Giuseppe Borgatti nació en Cento, en la provincia italiana de Ferrara, en 1871. Su familia era tan humilde que no pudieron pagarle ni la más mínima educación. Desde niño trabajoó como albañil y cantero, trabajos en los que solía entretenerse cantando, y tan bien lo hacía que uno de sus patrones, el marqués Plattis, decidió subvencionarle sus estudios musicales, así como una mínima educación general que le permitió salir del analfabetismo. A los veintiún años, en 1892, debutó como Faust en la ópera homónima de Gounod, al que siguieron otros papeles de tenor lírico hasta que en 1894 incorporó, con gran éxito, el rol de Chevalier des Grieux de la ópera Manon Lescaut, recomendado por el mismo Puccini, demostrando así que estaba preparado para papeles más propios de un tenor spinto. Ese mismo año también debutó el papel de Lohengrin, su primera encarnación wagneriana. En 1896 cantó el papel principal de la ópera Andrea Chénier de Umberto Giordano en el estreno absoluto de la misma en La Scala de Milán, lo que le convirtió en una estrella de la lírica a nivel internacional. Aunque no cantó en el estreno absoluto de Tosca, sí lo hizo en el estreno en La Scala en 1900, obteniendo mejores críticas que Emilio de Marchi, el primer Cavaradossi.
Borgatti siguió cantando, siempre de forma exitosa, óperas de Donizetti, Verdi, Puccini y los veristas, pero el repertorio que realmente le atraía era el wagneriano. Tuvo la suerte de coincidir con otro gran músico italiano wagnerófilo, el director Arturo Toscanini, por aquel entonces titular en La Scala, y junto a él preparó y debutó, siempre en italiano, los papeles de Tannhäuser, Walther, Tristan, Siegmund, Siegfried y Parsifal (estos dos últimos en su estreno en Italia).
En 1904, Giuseppe Borgatti se convirtió en el primer tenor italiano invitado a participar en el Festival de Bayreuth, causando una gran impresión en Cosima Wagner, viuda del compositor y directora del festival y en Hans Richter, director musical del mismo.
En 1906, tras cantar el papel de Herod en el estreno italiano de Salome de Richard Strauss en La Scala, decidió dedicarse con exclusividad al repertorio wagneriano, iniciando una carrera que culminaría en 1914 con el estreno italiano de Parsifal en Bolonia y La Scala. Ese mismo año, con su carrera en su punto más alto, Borgatti decidió retirarse de la escena a causa de un glaucoma que desde 1907 le estaba haciendo perder la visión y que acabó por dejarle completamente ciego en 1923. En 1927 cantó por última vez en un concierto y desde entonces se dedicó a la enseñanza, teniendo entre sus alumnos a la contralto estadounidense Marian Anderson. Falleció en 1950.
LA VOZ Y EL ARTE
Giuseppe Borgatti poseía una voz de gran volumen, robusta y con un hermoso timbre claro. Era capaz de cantar con delicadeza, con dulzura, especialmente durante su primera etapa. Posteriormente, a pesar de no llegar a ser una voz de auténtico tenor dramático, pudo enfrentarse a los papeles más pesados del repertorio wagneriano gracias a su homogeneidad y a su timbre. Las crónicas de la época lo retratan como un hombre atractivo, de constitución fuerte, con una resistencia física y vocal que le permitía entregarse al máximo en escena. Su estilo de actuación histriónico y su peculiar forma de cantar las óperas veristas, introduciendo el declamado vehemente que tanto han copiado otros tenores posteriores debido a su gran efecto empático, no deben hacernos olvidar su capacidad para el canto lírico y virtuoso y su excelente dicción, que lo conectan con tenores de generaciones pretéritas como Roberto Stagno o Fernando de Lucia. Borgatti se preciaba de que, aún después de haber incorporado los papeles más exigentes del repertorio wagneriano, era capaz de cantar Una furtiva lagrima con facilidad y sin que se echase en falta la ligereza necesaria para sacarla adelante de forma adecuada. Estamos pues ante un tenor puente entre dos generaciones, dos estilos de canto. Es destacable también la profundización en la psicología de los personajes que interpretaba. En conjunto, nos encontramos ante un gran cantante, con unos medios privilegiados, capaz de aportar a la ópera un nuevo estilo en lo canoro y una nueva forma de interpretar, lo que resultó clave para encandilar al público y así acercar las grandes creaciones wagnerianas a la audiencia italiana.
GRABACIONES
Curiosamente, Borgatti no grabó ni un solo fragmento de Andrea Chénier, a pesar de haber estrenado el papel, ni de otras óperas en las que destacó como Mefistofele, Aida, La Traviata, Pagliaci, Fedora o Manon Lescaut. Sólo entró dos veces en un estudio de grabación, en 1905 y en 1919, dejando menos de veinte discos para el recuerdo. Empecemos la escucha de sus grabaciones de 1905 con su interpretación de E lucevan le stelle, de Tosca.
Vídeo de lodiopera
A continuación, un fragmento de su Lohengrin en italiano, Di, non t'incantan.
Vídeo de lodiopera
Y para cerrar la escucha de sus grabaciones de esta etapa, Nel verno al pie del focolar, de Die Meistersinger von Nürnberg.
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Pasamos a sus grabaciones de 1919, esta vez con orquesta. Empezamos con Niun mi tema, final de la ópera Otello de Verdi.
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Nos metemos de lleno en harina wagneriana, empezando por su Tannhäuser, del que escucharemos Col cor contrito (Inbrust im Herzen).
Vídeo de MrCafiero
Pasamos a su apasionado Winterstürme de Die Walküre.
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Y por último, volvemos a la ópera Lohengrin para escuchar Mein lieber Schwan.
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