Revista Comunicación
Gladiator ii -los viejos tiempos
Publicado el 25 noviembre 2024 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertranSon los tiempos que corren y no queda otra. Ridley Scott no puede evitar caer en la tentación de intentar recuperar las buenas sensaciones de una película estupenda como Gladiator (2000) y decide replicar la fórmula en Gladiator II (2024). Esta vez, un nuevo personaje, Hanno (Paul Mescal), tendrá que convertirse en gladiador tras ser convertido en esclavo por los romanos, y luchar a vida o muerte en la arena del coliseo para llevar a cabo una nueva venganza. El argumento es prácticamente calcado al de la primera película porque estamos ante un remake encubierto en forma de tardía secuela cuya única razón de ser puede ser llevar a las salas de cine a una generación que ha visto la película original en formato doméstico. Scott apuesta todas sus cartas a la espectacularidad: el asedio marítimo a la ciudad de Numidia que abre la cinta; la recreación de una batalla naval en el coliseo; las numerosas peleas en la arena, a las que se agrega ahora un enorme rinoceronte. Todos es más grande gracias a unos efectos especiales digitales que han mejorado mucho en los últimos 24 años. La historia, de forma descarada, sigue punto punto, pelea por pelea, la plantilla de la primera cinta. El certificado de legitimidad recae en los hombros de Connie Nielsen, que retoma su papel como Lucilla y un Derek Jacobi que se asoma como el senador Gracchus. Como en la primera película, estamos ante una mezcla de géneros, que van desde el cine histórico épico, al cine de acción con una buena dosis de melodrama en la forma de insidias palaciegas e identidades secretas, todo muy de folletín. En todo esto Gladiator II se iguala a Gladiator, que reemplaza a Joaquin Phoenix por dos perversos hermanos emperadores enloquecidos -Joseph Quinn y Fred Hechinger-. Al propietario de gladiadores que fue Oliver Reed los sustituye un estupendo Denzel Washington. Scott se desmelena mucho más en esta película con macacos salvajes -digitales, eso sí-, los famosos tiburones y el ya mencionado rinoceronte, además de algunos excesos hemoglobínicos. Gladiator II es menos seria y mucho más divertida que su predecesora. Pero donde ambas película no pueden competir es en el carisma y la presencia descomunal de Russell Crowe, que continuamente sobrevuela esta película -lo que impide despegar del todo a Mescal- y que se intenta compensar con un Washington tremendo. Y Scott, casi lo consigue. Este nuevo intento de proponer una metáfora sobre el imperio estadounidense, de hablar del sueño americano en clave romana y de describir el sistema político como el juguete de individuos ambiciosos, sin escrúpulos o directamente dementes que oprimen a una masa enfurecida que se alimenta de pan y circo, no convence demasiado. Por otro lado, Gladiator II es un espectáculo muy disfrutable en una sala de cine, aunque, al salir, se queden en nuestra memoria las imágenes de la primera cinta.