Kurt —Gracias Mercedes, tu voz es genial pero… Yo no creo en Dios.
Tina —Espera ¿qué?…Kurt —Sé vuestras creencias, declaró la mía. Creo que Dios es el Santa Claus para adultos, aparte de eso es un cretino, ¿no creéis? Él me hace gay y luego hace que sus seguidores digan que es algo que he elegido como si alguien fuera a elegir que se burlen de él todos los días de su vida. Ahora mismo no quiero un padre celestial, quiero al mío de verdad.
Mercedes —¿Pero cómo puedes estar seguro? No puedes probar que Dios no existe.
Kurt —Y tú no puedes que no existe una tetera flotando por la cara oscura de la luna con un enano dentro que lee novelas románticas y lanza relámpagos con los pechos pero... es bastante improbable ¿no?
Brittany —¿Dios es un enano malvado?
Quinn —No deberíais decir esas cosas, no está bien.
Kurt —Perdona Quinn. Podéis creer lo que vosotros queráis, pero no puedo creer en lo que no creo. Agradezco el consuelo pero no quiero plegarias.
Y despareció tras cruzar el umbral de la puerta, con su bandolera de piel. Llevando también con él el peso de la soledad pues si su padre moría se quedaría huérfano porque su madre murió cuando Kurt era sólo un niño.