Sí, tiene una presencia notable. Y una voz única. Sus miradas son intensas. Claramente es una actriz con carácter.
Y, en general, a sus papeles les ha impregnado esas dosis de tenacidad, de mujer fuerte, con personalidad.
Pero cuando hablo de “sobrevalorada”, me refiero al reconocimiento excesivo que ha tenido esta actriz británica en cuanto a premios se refiere.
Recientemente vi las dos películas que le valieron sendos premios Oscar como mejor Actriz, en las entregas de 1971 y 1974.
Por un lado, Mujeres enamoradas, dirigida formidablemente por Ken Russell (Tommy), un film definitivamente “de avanzada” para la época. Con todo, del cuarteto protagónico, apenas si sobresale la Jackson, y es sin duda alguna opacada por una jovencísima y pocas veces más vista, la actriz Jennie Linden. Jackson es casi secundaria, y realmente no descolla en ningún momento. Su actuación es medida y correcta, no más.
Si vamos a las comparaciones (sí, son útiles en cuanto a “premios” refieren), Glenda competía con Sarah Miles por La hija de Ryan, Ali MacGraw por Love Story y Jane Alexander por La gran esperanza blanca. Injusto.
Pero aún considero menos justificado su lauro a mejor Actriz por un rol mediocre en una comedia idem, que en su momento hizo mucho ruido, y que al verla hoy (sí, tal vez el paso de las décadas no ayuda) genera un mal sabor al espectador. Me refiero a Un toque de distinción, dirigida por Melvin Frank y coprotagonizada por un insoportable George Segal.
Aquí la Jackson se nivela con su compañero en un “duelo” típico de guerra de los sexos y de opuestos enfrentados bastante pobre, acudiendo a gritos y morisquetas que dan pena.
Por esas injusticias de los premios, otra vez, Glenda competía por ejemplo con Ellen Burstyn por El exorcista, Joanne Woodward por Deseos de verano, sueños de invierno y Barbra Streisand por Tal como éramos.
Como dato curioso, hay que decir que ninguna de las dos veces fue a recibir el Oscar. En la misma actitud rebelde y contra la corriente de Katharine Hepburne, también galardonada cuatro veces con el premio mayor, y también alguna vez con cierta injusticia (porque por Sabes quién viene a cenar? no lo merecía.)
Yo me quedo, mejor, con sus otros dos trabajos nominados al Oscar, por los que no ganó: Domingo maldito domingo, de John Schlesinger, y Hedda, sobre la mítica heroína del teatro Gabler.