El producto herbicida más usado en España (y en el mundo) está prohibido en Francia y ahora California lo etiqueta como cancerígeno. Se trata del glifosato de Monsanto, comercializado como Roundup.
El pasado mes de marzo la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) difundió un trabajo científico que concluye que el glifosato probablemente es carcinógeno. Se ha demostrado que el herbicida puede causar cáncer en animales de laboratorio.
El informe también cita casos de intoxicación en el puesto de trabajo en varios países y argumenta que hay un mayor riesgo de padecer linfoma no Hodgkin por su uso.
En Monsanto no piensan lo mismo y cuando la IARC denigró su producto publicaron un comunicado que explica:
Al ser consumidores nosotros mismos, la seguridad es una prioridad para todos quienes trabajamos en Monsanto. Y queremos ser claros: todos los usos de glifosato incluidos en la etiqueta son seguros para la salud humana, lo que está respaldado en una de las bases de datos de salud humana más extensas en todo el mundo sobre productos agrícolas. De hecho, cada herbicida a base de glifosato en el mercado cumple los rigurosos estándares establecidos por las autoridades regulatorias para proteger la salud humana“.
Pero la multinacional parece que no convence. Al menos en Francia, donde la ministra de Ecología, Ségolène Royal, ha anunciado que su país prohibirá la venta libre en tiendas de jardinería de herbicidas que contengan glifosato. También afirma que su país quiere liderar la ofensiva para reducir el uso de pesticidas en los jardines. No deja de resultar paradójico que no se mencione la prohibición en la agricultura.
En Francia un tribunal de apelaciones en Lyon, confirmó una sentencia de 2012 a favor del agricultor Paul Francois, quien afirmó que se había envenenado y sufrido daños neurológicos después de inhalar el herbicida comercializado también por Monsanto con el nombre de Lasso, que incluye el monoclorobenceno entre sus componentes.
El agricultor padece una minusvalía parcial y graves secuelas; unos daños que la justicia francesa considera vinculados a la inhalación del pesticida fabricado por Monsanto cuando trabajaba con este producto en 2004. Paul François tiene reconocida una enfermedad profesional desde 2010.
¿Y en España qué ocurre? Pues según cuentan en La Celosía, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente [sic] favorece la utilización del herbicida tóxico. En nuestro país se hacen con regularidad experimentos de campo con plantas transgénicas para comprobar su tolerancia al glifosato. El Ministerio publica una especie de registro. Este es un ejemplo de liberación de maíz “de laboratorio” durante cuatro años en campos de Navarra y Aragón.
El glifosato está especialmente diseñado para los cultivos transgénicos y España es el paraíso para las multinacionales del ramo. Da igual el color político de la Administración, por regla general se dan facilidades cuando no se subvencionan los experimentos.
Cargill es, posiblemente, la mayor empresa de capital privado (familiar, no cotizada) del mundo y recibió a finales del año 2014 más de 50.000 euros de ayudas públicas. Desde la página de la Junta de Andalucía, incluso, se hace apología de los transgénicos destinada a los escolares.
Todo ello mientras las encuestas de opinión muestran el claro rechazo social hacia la introducción de los transgénicos en nuestra agricultura y alimentación.
Supongo que por todo esto somos tan feos, porque somos lo que comemos.