Revista Sociedad

Globos de oro, los Oscar y mucho amor

Publicado el 27 enero 2013 por El Patíbulo

Estados Unidos es un país que se quiere mucho, tan enamorado de sí mismo que ni la autocrítica puede escapar del espíritu americano que hasta en España hemos memorizado gracias a las series televisivas y las películas dominicales. De este egocentrismo no sólo ha surgido buena parte de su producción artística, sino muchas de sus mejores muestras. Por ejemplo, desde que su pintura comenzó a despuntar a comienzos del siglo XX, los cuadros de los artistas estadounidenses demostraron una admiración, a veces oscura, de los paisajes y personalidades nacionales (hablamos de O’ Keeffe, de Hopper, de Wood). Esta tendencia hacia el ombliguismo no haría más que acentuarse cuando décadas después los artistas pop convirtieron el american way of life en su centro temático, bien por oposición (Rauschenberg, Johns, Arman) o bien amparándose en sus brazos con hedonista delectación (Warhol o Litchestein). Y si en la pintura los estadounidenses se comportan así, qué podré decir de un patrimonio cinematográfico que tiene como una de sus primeras referencias fundamentales a El nacimiento de una nación. Ya saben, Ku Klux Klan, actores caucásicos pintarrajeados de negro, dirección espléndida, duración imposible y mucho, muchísimo amor propio.


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