Sin duda usted conoce ya la historia de esa alta funcionaria de Tráfico que le dirigió una felicitación de año nuevo soez y sexualmente machista a sus subordinados, uno de los cuales fue destituido por quejarse de que le escribiera “por el culo te la hinco” y similares lubricidades.
Oclocracia es una palabra de origen griego que define la sociedad que ha degenerado hasta darle poder o hacer iconos a personas como la subdirectora general de Formación para la Seguridad Vial, Aurora Cedenilla Díaz, a muchos políticos, o a la gente de “Gran Hermano”.
Oclocracia significa el triunfo de la chusma, de las muchedumbres vulgares, groseras, ignorantes. Provoca el declive de la democracia, según Aristóteles.
Cuando la chusma ocupa el poder puede ocurrir lo peor. Un ejemplo es el nazismo, que cultivó lo execrable sin ningún código humanístico, sólo las pasiones primarias de quienes se creen superiores, físicos o morales.
Viktor Kemplerer lo analizó en “El lenguaje del III Reich”, tan cercano a Cedenilla como a Pajín, ministra de Sanidad, cuando galleó en un acto oficial, con bravuconería testicular, al advertir que ella nombra a quien le “sale de los huevos” para su departamento.
Esta vulgaridad rabanera se debe a que, con baja formación cultural y moral, muchos políticos como ella carecen de ideas, normas y vocabulario que respeten la dignidad de sus propios cargos y funciones, y la de los ciudadanos.
Hemos retrocedido. Ahora parece que las masas, en lugar subir a un nivel superior, han bajado a las letrinas para elegir de allí a los peores.
Hay otra palabra de origen griego que define ese gobierno de indignos: kakistocracia. Esto es, cuando la oclocracia domina el espíritu general de un pueblo, sus gobernantes son los kakistócratas, síntesis o esencia de la chusma.
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Y SALAS, como siempre, había previsto la situación, aunque no el sexo del orador:
Aunque estaba claro de dónde venía su formación:
Y el cronista no puede evitar el poner de vez en cuando esta majestuosa foto, tan inspiradora: