Estas líneas que siguen son el resultado de un seminario de Teorías e Ideologías II en la propia Universidad Carlos III, por lo que todo contenido incluido es autoría del profesor que la impartió y de los alumnos que participaron. Me he limitado a recopilar lo que se trató y a profundizar y aportar datos.
Existe en la universidad en la que estudio y trabajo una especie de ideología corporatista, una suerte de religión de la universidad que empapa a los estudiantes desde antes del primer día de clase y los introduce en una lógica que los acompañará hasta el final de sus días en el campus. Hablo de la Universidad Carlos III de Madrid y de su “Campus de Excelencia”, que lejos de ser una anécdota local representa el paradigma dominante de gobierno y control de la mayoría de los países Occidentales. Como apunto, los profesores, el magnífico señor rector (elegido con más votos en blanco que a favor de su candidatura), muchos alumnos y el conjunto del universo universitario viven dentro de la lógica de la Excelencia. Pero, ¿qué es la excelencia?
Esto es algo que nunca nos hemos planteado. Hemos escuchado repetidas veces que “la UC3M tiene mucho prestigio internacional, que tiene conexiones internacionales privilegiadas, que nos prefieren a los de la Complutense aún con la misma formación, que el idioma inglés está muy fomentado, que la cultura de trabajo etc…” La Excelencia es tratada como una marca publicitaria de cara a otras universidades, de cara a posibles clientes/alumnos (sin comillas); es tratada como un plus añadido de cara a las instituciones estatales y a inversores privados como el Banco Santander para lograr mayor financiación. Incluso tiene una parte efectivamente excelente: las clases son por regla general más pequeñas, hay más oferta de intercambios internacionales, hay más seguimiento a la boloñesa de las clases…
Sin embargo, lo esencial dentro del concepto de Excelencia es justamente su ambigüedad, su vacuidad y su abstracción. “Esta clase, este alumno, este Campus es excelente”: sobresale de lo ordinario, de la normalidad. Pero para que algo sea excelente hace falta que lo sea con respecto a algo. Si hay una clase excelente es porque hay clases mediocres; si hay un alumno excelente es porque hay alumnos no excelentes; si hay un Campus de Excelencia es porque hay Campus Más Bien Normalitos.
Se produce de esta manera una expulsión de los elementos no excelentes dentro de esta lógica de la Excelencia, y es que los estudiantes normales no encuentran sitio en la UC3M, como tampoco lo encuentran los que se oponen a esta expulsión o más bien desplazamiento del grupo. Aquí reside el núcleo de la Excelencia: en los 80 se produjo un cambio de paradigma capitalista orientado al neoliberalismo cuya traducción dentro de las grandes empresas fue, entre otros grandes cambios, la implantación del modelo de Gobernanza que posteriormente se trasladó a otras burocracias, como Estados, organizaciones y Universidades. De la oposición de la dirección de la empresa a las exigencias de un sindicato de clase fuerte que representa a una clase trabajadora consciente, combativa y fordista se pasa, gracias a cambios estructurales como la terciarización y la desindustrialización, a una dirección de empresa que se basa en la gobernanza. Dicho modelo excluye el conflicto abierto que pasa a ser gestión de problemas frente a un sindicato débil, que representa a una clase trabajadora dividida, compartimentada, que se cree clase media y posfordista/de servicios. Cabe decir que esta gestión interna de la empresa privada tiene mucho que ver con el Toyotismo y de la hegemonía de Japón en los 90: un sindicato por gran empresa que se limita a gestionar, represión de movimientos alternativos, cooptación de cuadros peligrosos, aparente pero ilusoria participación de los trabajadores en la empresa, ideología de la empresa (Decathlon y su jerga compañerista, no llamar “jefe” sino compañero).(1)
Ya no hay espacio para el conflicto de valores, para las diferentes maneras de organizar una sociedad o para una organización de acuerdo a unas ideas, ya no hay espacio para la Política: todo es Gestión. Esto lo vemos en el día a día: en el lenguaje directivo de empresas, en el de los Ministros y Presidente, incluso lamentablemente en partidos políticos y sindicatos. En los años 90, con la caída del Bloque Socialista y el fin de la Historia(2), esta ideología se expande de la empresa privada a otros ámbitos: si la gestión es útil para paliar los conflictos sociales dentro de la empresa, ahora que somos dueños del mundo y no hay alternativa (hablo de los ideólogos neoliberales y de la gobernanza, asociados al thatcherismo y reaganismo, que fueron hegemónicos en los 90 en el mundo entero) ¿por qué no gestionar gobiernos, administraciones, universidades?
Aparentemente no existe ideología, es el fin de la ideología y de la política: sólo se trada de gestionar recursos. Los Departamentos de Personal pasan a ser Recursos Humanos, porque los humanos también son recursos. La Unión Europea o el FMI son el mejor ejemplo de gobernanza y gestión: aquí están las normas del juego, puedes entrar, te puedes beneficiar del club (comercio y financiación fundamentalmente) pero cínicamente, no hay alternativa geopolítica posible. No hay alternativa de asociación con otros Estados, no se puede pedir financiación a la recién quebrada Rusia, al decadente Japón o a unos BRICS que no habían nacido aún. O con estas reglas del juego (que no pueden cuestionarse) o nada.
Dentro de esta lógica que fue dominante en los 90 y la primera década de los 2000 en el Mundo entero, se empieza a aplicar la gobernanza tanto en las universidades como en otras burocracias, y la Universidad Carlos III no es una excepción, ya que de hecho se creó y formó en aquellos años. En esta universidad, a diferencia de otras universidades madrileñas como la Complutense, no hay un debate en los Departamentos, en las aulas, en la “democracia interna” (medieval)(3) sobre diferentes planes de organización acordes a ideas o proyectos: no hay política, en el Campus de Ciencias Sociales se excluye el debate político, el conflicto. Todo pasa a ser gestión de problemas de toda índole: presupuestarios, de alumnos, personal, curricular, becas… Es por eso que nuestra universidad no hay espacio para asociaciones contestatarias a este totalitarismo de la excelencia, no veremos ninguna pintada, ningún cartel pegado fuera de un corcho, donde una asamblea está fatal vista, donde los órganos de democracia interna no son políticos sino de gestión. De hecho, se trata de una invisibilización, de una indiferencia y de un boicot pasivo al movimiento estudiantil por parte de la Universidad que no emplea la coerción visible como en la Complutense u otros sitios, sino que es una coerción suave, de grupo, pero no exenta de vigilancia y castigo.
Lo esencial en esto no es que se ejerza una coerción explícita sobre dichos elementos no excelentes sino que la propia ideología de la Excelencia, que como ideología opera consciente e inconscientemente, empapa a alumnos, profesores y PAS/PDI para que no sea necesario el castigo, para que la autocensura reine, para que el propio grupo/club expulse a los elementos no excelentes o que no cumplen el código. Esto es básico en psicología social: la presión del endogrupo para seguir unos valores: dentro de estas normas del juego todo, fuera no hay nada, tal es la premisa de la gobernanza/gestión, tal es su componente totalitario que se asemeja al que utiliza Marcuse en El Hombre Unidimensional(4).
Por último, las mentes más despiertas recogerán la mención de la Complutense e intentarán sacar contradicciones: si la Complutense es una universidad más a la que se ejerce esta ideología de la gobernanza, ¿por qué nos encontramos con tamaña conflictividad, con política entre los pasillos, en los profesores y alumnos? Naturalmente, en la Complutense también se ha intentado implantar este sistema pero tengamos en cuenta que a diferencia de ésta, la Carlos III fue creada desde cero en 1989 por Gregorio Peces-Barba y su séquito, lo que conlleva una oportunidad de oro para testar un nuevo sistema de gestión. Además, la Complutense tiene un histórico recorrido de política entre los pasillos, de conflictividad y combatividad social y política, de lucha de valores y con las normas, desde los tiempos del Tardofranquismo, que se amplificaron en la Transición y que siguen con fuerza hoy en día (solo tenemos que ver de donde viene el grupo promotor de Podemos). Es tremendamente complicado para la gobernanza reinar en la Complutense como reina en la Carlos III, que muchas veces se asemeja a una maqueta, a un laboratorio social.
(1) Aquí aparecen una serie de conceptos sociológicos muy interesantes pero algo complejos. El Fordismo es el modelo de organización de fábricas genuino del siglo XX basado en la división del trabajo masivo e industrial, de grandes cantidades de trabajadores en el lugar de trabajo, de una rígida división directivos/trabajadores donde existía un conflicto abierto entre Capital y Trabajo. Numerosos cambios socioeconómicos estructurales e ideológicos que no podemos explicar aquí condujeron en la segunda mitad del siglo XX a un modelo Posfordista, basado en el sector servicios, los centros de trabajo dispersos y pequeños, la desconexión y fragmentación de estatus y tareas de los trabajadores y una pérdida de poder de los trabajadores que fue utilizado como decimos para silenciar el conflicto Capita/Trabajo. Por último, el Toyotismo es la respuesta posfordista japonesa con unas características concretas como el sindicato único, desactivado y copado y controlado por la patronal, la introducción de una religión de la empresa… Este último elemento funcionó tan bien para hacer del trabajo una experiencia familiar, para hacer seguir unas normas de una manera más suave mediante la psicología social, que se exportó a Occidente. Los que hayan trabajado para Decathlon sabrán de que hablo, ya que su cultura/razón de ser de la empresa llega a unos límites muy orwellianos. Se puede consultar más sobre el Toyotismo en el siguiente enlace: http://archivo.juventudes.org/textos/Thomas%20Gounet/El%20toyotismo%20o%20el%20incremento%20de%20la%20explotacion.pdf
(2) El “Fin de la Historia” es una tesis política neoliberal de poca profundidad y calado que saltó con fuerza en los 90 por parte de un confundido politólogo llamado Francis Fukuyama, que pese a autodenominarse hegeliano proclama que la historia entendida como el transcurso histórico de la lucha de ideas ha muerto para siempre, de manera absoluta. El propio Hegel, padre de la dialéctica y sepulturero de “lo absoluto” se echaría a llorar. Aquí está disponible el breve panfleto: http://firgoa.usc.es/drupal/files/Francis%20Fukuyama%20-%20Fin%20de%20la%20historia%20y%20otros%20escritos.pdf
(3) La Democracia en la Universidad es estrictamente medieval, ya que organizativamente se divide en estamentos: profesores, personal administrativo y alumnos (clero, nobleza y Tiers-État) y desde un punto de vista del funcionamiento es la camarilla Real del monarca-rector la que tiene todo el poder, pese al único posible veto de los bien alimentados obispos-catedráticos.
(4) Marcuse defiende en su libro que el término Totalitarismo no es exclusivo de las dictaduras, se puede emplear en las democracias occidentales en el momento en que toda alternativa de cambio de sistema en la práctica y no en el papel dentro de dichas democracias es imposible. Enumera una serie de mecanismos como la autocensura de los medios de comunicación, la marginalización y criminalización de la protesta, la cooptación de los elementos contestatarios, el falso y vacío pluralismo de los partidos, la violencia de las estructuras… Disponible en: https://zoonpolitikonmx.files.wordpress.com/2013/10/marcuse-el-hombre-unidimensional.pdf