Brexit duro….brexit pactado y gradual, ordenado… Poco importa, a estas alturas, probablemente ya.
El Reino Unido se dispone a ejecutar aquello que el electorado británico ratificó mediante un referéndum sobre su permanencia en la Unión Europea, allá por junio de 2016. Una mayoría simple del 51,9%, impuso su elección sobre un descomunal 48,1% del resto de votantes. Incluida la autónoma Escocia e Irlanda, que se niegan a aceptar semejante resultado.
Me da que pensar que un resultado tan poco decisivo, tan escasamente representativo del conjunto entero de la fragmentada sociedad británica, haya conseguido arrastrar a todos los ingleses a una salida desordenada, atropellada, precipitada y discutida de las instituciones europeas.
El Primer Ministro, David Cameron mantuvo siempre la esperanza de una Inglaterra fuerte e independiente dentro de una Unión Europea cada vez más sólida, creíble y cohesionada. Y alentó al Parlamento británico a convocar un referéndum que la propia sociedad inglesa no estaba reclamando. Pero se encontró por el camino con voces mediáticas populistas, como la del Sr. Nigel Paul Farage básicamente, líder del Partido del Brexit, a las que se les puso micrófonos y cámaras de televisión para parlotear y dar rienda suelta al desasosiego creciente de una sociedad británica arrinconada en su propia isla por una oleada migratoria imparable de extranjeros y refugiados y por una legislación comunitaria que a través del eje franco-alemán decidía con quién se podía comprar y vender en mejores condiciones, y qué recibimiento y trato se les debía dar a la población refugiada que solicitase asilo político en los países miembros de la Unión Europea, incluidas las Islas de su Graciosa Majestad, la Reina Isabel.
En cualquier caso, la democracia prevaleció (como los constitucionalistas no cejan de afirmar de forma tan vehemente) y las urnas decidieron que el Reino Unido debía dejar de formar parte de la Unión Europea, y por tanto de acatar el mandado legal que ellos mismo delegaron en favor de las instituciones europeas. Cameron y Farage, desaparecerían de inmediato del escenario político. El primero por su fracaso en defender la permanencia, y el segundo, justo por lo contrario.
Inglaterra recuperaba las facultades cedidas, retomaban su plena soberanía política y territorial. Qué sensación de libertad, verdaderamente debieron de experimentar, pero de inmediato el camarero les serviría la cuenta…. «Here you are, Sir«. Porque el avispado camarero ya se había adelantado a recordar a su ex-socio que nadie le había preguntado aquello de; Can I take the bill, please??
¡ Y por poco se van del restaurante sin pagar la cuenta, los británicos! 100.000 millones de euros, ni más ni menos, subía la broma. O 60.000 millones. Qué mas da!
Una brutalidad de dinero que desangrará la economía británica en un momento en el que los aranceles aduaneros se activarán de un día para otro, los acuerdos pesqueros de los que se beneficiaban los pescadores ingleses dejarán de ser aplicables, la City londinense quedará aislada monetariamente del respado del todo poderoso Banco Central Europeo, y los fabricantes de la escasa industria pesada que todavía quedaban en las Islas Británicas empezarán a desmantelar su estructura antes que después si no desean ver como los productos que allí se fabrican dejan de ser comercialmente competitivos fuera del paragüas de la unión aduanera.
Pero después puede venir lo peor. Primero las empresas, el sector privado, e inmediatamente a continuación, la población. Los asalariados, los pequeños emprendedores, negocios de calle, comercios, la pequeña industria local que suministra y abastece de encargos y pedidos a esa gran casa matriz que ya tiene empaquetadas sus pertenencias para instalarse en Holanda, Luxemburgo, Bruselas…
El sector público resistirá mejor el golpe, probablemente, pero sólo los primeros años. El Parlamento se verá obligado con toda seguridad a re- dimensionar el tamaño de los servicios públicos. Su personal médico-sanitario, los cuerpos y fuerzas de seguridad, el mantenimiento de las instalaciones, el personal interino contratado por la administración pública pero sin la condición de funcionario, la enseñanza pública…
El gran capital ya se ha estado preparando en los últimos años para toda esta tamaña eventualidad. Pero muchos de los ciudadanos británicos saben que quedarán a merced de un tambaleante y cambiante gabinete de gobierno, débil en lo político y condicionado en lo económico para sostener el vigor de una economía británica aislada de Europa, y ninguneada por todos aquellos maltratados territorios que un día formaron parte del glorioso Imperio Británico, y del que todavía conservan vivos recuerdos de su colonialismo insaciable y excluyente.
Justo ahora empiezan a salir a la luz los informes del servicio secreto de seguridad nacional, el famosísimo MI, en los que se advierte de las consecuencias severas y probables desórdenes públicos que puede generar un brexit duro. El mismo brexit duro que su actual Primer Ministro, Boris Jonhson, defenestrada por inoperante la señora May,se empeña en aplicar con escaso apoyo de la clase política, incluida la de su propio partido, que se debate internamente entre una línea dura de actuación o una dialogada y consensuada entre el resto de fuerzas políticas y territorios del Reino Unido. Ni su propio hermano desea acompañarle en esta carrera loca hacia el abismo incierto que nadie es capaz de dibujar con precisión, acuciados todos por la fecha límite de salida que unos y otros, británicos y europeos acordaron establecer:el 31 de octubre del presente años 2019.
Extrañamente, su Majestad, la Reina Isabel, guarda silencio institucional en relación a toda esta cuestión. Y sus hijos y nietos continúan sus periplos reales en las más absoluta normalidad de palacio. ¿ Acaso no se han cuestionado todavía la pérdida de popularidad y privilegios que estos acontecimientos tan potencialmente caóticos pueden acarrear sobre la institución de la Corona británica?
¡ Que Dios salve a la Reina…del Brexit!