No pueden los asambleístas del Movimiento Al Socialismo acudir a un parlamento a punta de pistola, con sus familiares amenazados de muerte por los golpistas, para avalar con su voto lo que evidentemente es un golpe de Estado.
Con sus mismas acciones los golpistas dan prueba de que no pueden controlar un Gobierno que en la práctica no posee apoyo popular. Si esos golpistas estuvieran convencidos de tener apoyo, habrían dejado de matar, torturar, robar y saquear, y habrían logrado llamar a nuevas elecciones, que fue lo que prometió el presidente Evo Morales antes de renunciar a su cargo.
Los golpistas saben muy bien que ya se han revelado en todo su racismo, su fascismo y su odio, y que el pueblo boliviano los castigaría masivamente en las urnas. Así como nunca quisieron presentar las pruebas del supuesto fraude que alegaban, tampoco están dispuestos a someterse al voto popular porque saben que no son mayoría.
Tan incapaces y corruptos son los golpistas, que ya se están peleando entre sí por el poder. Ahora los movimientos sociales en Bolivia se están levantando y muestran la verdadera fuerza del pueblo. Vienen días muy duros para el pueblo de Bolivia, días de sangre, pero ese pueblo sabe que es mucho lo que tiene que defender.
Ahora las derechas del continente se frotan las manos, pero de reojo miran, y no pueden dejar de sentir el sudor frío correr por sus espaldas ante la reacción del gigante popular que han despertad
Más temprano, el jefe de las Fuerzas Armadas bolivianas, Williams Kaliman, había anunciado su acompañamiento a la avanzada golpista «sugiriendo» la renuncia del ahora exmandatario. «Luego de analizar la situación conflictiva interna, pedimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad, por el bien de nuestra Bolivia», afirmó.
Por su parte, el comandante de la Policía, Vladimir Yuri Calderón se plegó alegando que «nos sumamos al pedido del pueblo boliviano de sugerir al señor presidente Evo Morales que presente su renuncia para pacificar al pueblo de Bolivia».
Extorsionados por la derecha boliviana, que los coaccionó invadiendo sus casas y golpeando a sus familiares, los ministros de Minería, César Navarro, de Hidrocarburos, Luis Alberto Sánchez, y el presidente de la Cámara de Diputados de Bolivia, Víctor Borda, también habían presentado su renuncia en la víspera
Este vínculo es inquietante porque nos implica en el escenario golpista. Y explica el desdén con que el declinante gobierno macrista y la prensa hegemónica tratan los crímenes que se están cometiendo en Bolivia. La prensa canalla trata el golpe como una "crisis política". El gobierno, en línea con la OEA, no tiene voluntad de condenar el golpe: al contrario, parece celebrarlo. Esto también preanuncia cómo reaccionarían estos sectores ante una presunta crisis en nuestro propio territorio. No pueden condenar lo que llegado el caso están dispuestos a imitar.
EL FINAL
Ahí está. La derecha tiene lo que quiere: violencia en las calles, grupos paramilitares racistas incendiado casas y persiguiendo funcionarios, militares opinando de política, empresarios moviendo fichas, religiosos celebrando. Golpe de Estado en Bolivia, eso logró la derecha. Después llegarán los invictos del pensamiento ajeno a marcar errores en el proceso de Morales, a cuestionar sus decisiones y sus jugadas. Pero la única certeza hoy es que gana la derecha. Y vuelva a manipular el escenario regional. Y transforma a Bolivia en una plataforma para el odio racial y la revancha partidaria: hay miedo y hay terror en las calles, las embajadas de Venezuela y Cuba están asediadas y en peligro, hay vidas en juego. Y ese es el triunfo de la derecha, siempre lo ha sido históricamente. La derecha destruye, asesina, aplasta, aniquila, mata y no deja piedra sobre piedra. A través del poder mediático transforma el sentido común colectivo y establece consensos, a través de los militares y las fuerzas de seguridad presiona y amenaza, a través de milicias del terror impone el miedo en las calles y la cacería de brujas, a través de las iglesias miente y forma a fanáticos que defienden sus negocios, a través del poder empresarial negocia nuevos acuerdos para repartir la torta para los mismos de siempre. Vienen tiempos oscuros para Bolivia: la derecha ganó una batalla. Va contra el pueblo boliviano, contra las cholas y los mineros, contra los trabajadores y los de abajo, contra los nadie, contra los que recuperaron su voz en los últimos años, contra los pueblos originarios. La derecha triunfa, otra vez con su ambición destructiva y su ejército de asesinos y miserables. Acá, como en tantas ocasiones en la historia de América Latina, es cuestión de en qué lugar se posicina cada quien: con la derecha asesina y su golpismo de muerte y destrucción, o con el pueblo.