La Hidra de Lerna, serpiente a la que le salían más cabezas venenosas por cada una que le cortaban, finalmente cayó abatida por Hércules, héroe de la justicia que necesita España para destruir sus múltiples hidras, como acaba de ocurrir al dictarse las condenas por el Caso Malaya de corrupción en Marbella.
Han pasado ocho años desde que el juez Miguel Ángel Torres y la Fiscalía comenzaron a perseguir una hidra de mil cabezas creada por Jesús Gil, hoy fallecido, con personajes vinculados a él y, después, a una alcaldesa de pasado socialista.
En esta hidra había decenas de implicados en multimillonarias tramas de cohecho, malversación de caudales públicos, prevaricación, tráfico de influencias, además, en distintas partes de España.
Ahora hay sentencia, la cárcel más o menos larga para los principales delincuentes, y las indemnizaciones que deben abonar.
Poco a poco deberán ir juzgando a otras incontables hidras venenosas: Bárcenas, Gürtel, Urdangarin, los ERE andaluces y sus cómplices, Cataluña y sus innumerables corruptos aún en el poder, pero investigados. Y lo que queda por descubrir y denunciar.
Pese a la lentitud de la justicia, muchos casos están ahí, señalados, con nombre y apellidos, con vergüenza temor de los acusados y sus allegados, incluso en la Casa Real por las supuestas ilegalidades de Iñaqui Urdangarin, yerno del Rey.
Las sentencias tienen un poder ejemplarizante: el candidato a corrupto sabe ya que tarde o temprano alguien atacará a su Hidra.
Hasta puede que sus propias cabezas se ataquen entre sí para salvarse: todo corrupto se expone a la delación de sus compinches.
Con ayuda de la futura y aún imperfecta Ley de Transparencia, quizás podamos ver dentro de unos años una España que recuerde menos al basurero que fue, y que todavía es.
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SALAS