Pere Cervantes nos sorprende con una novela basada en hechos reales, el mismo reconoce que en la parte del pasado los hechos narrados son 80% reales y en la parte del presente un 30%. La vida no es un camino de rosas y eso es lo que pretende plasmar entre otras cosas el autor en esta novela, en la que vuelve a poner el listón muy alto, en la que presenta la historia en doce asaltos o rounds y utiliza la metáfora del boxeo que le encaja como un guante a la trama.
Alfa es un personaje real, con mucho carisma, mucho alma y unas lealtades a prueba de bomba, es un policía de la vieja escuela, resolutivo, que se implica a fondo en su trabajo y eso le va a valer ser acusado de narcotráfico al cometer un error en su ultima intervención, y es que el vacío legal de nuestro ordenamiento jurídico penal deja expuestos a los investigadores que cruzan la línea y a veces cruzarla es la única forma de hacer su trabajo de forma eficiente.
Pere Cervantes presenta una historia que golpea al lector, que ataca directamente a su línea de flotación, que lo saca de su zona de confort y le obliga a reflexionar, a en cierta manera tomar parte, no es un personaje cómodo Alfa, le da al lector una de cal y otra de arena, sin embargo a mi me ha subyugado su forma de ser, quizás porque no soy una de las mujeres de su órbita.
Pero no quiero adelantarme, cada cosa a su tiempo, que me suelo ir por las ramas, y ya mismo os recomendaría su lectura. Si quieres disfrutar más de la lectura no leas la sinopsis, me da la sensación de que revela demasiado, y es que últimamente me acerco a las novelas sabiendo lo menos posible y he descubierto que las disfruto mucho más
El autor:
Pere Cervantes nació en Barcelona y se crió a caballo del Poble Sec y el barrio marinero de la Barceloneta. Tras veinticinco años pateando las calles de este país con una placa en el bolsillo y un arma de fuego en su cintura, afirma disponer de una mirada en modo grabación que le sirve de primera mano para crear sus novelas. En su paso por los Balcanes como miembro de las Naciones Unidas, aprendió que la hostilidad, al margen de las etnias y religiones, suele atemperarse con la lectura.
Esta es su cuarta novela policíaca después de publicar No nos dejan ser niños y La mirada de Chapman ambas en Ediciones B y Tres minutos de color en editorial Alrevés.
Actualmente trabaja en el guión cinematográfico de la novela Tres minutos de color.
Sinopsis:
Alfa, un policía bajo sospecha, recupera su libertad provisional tras dormir 444 noches en una prisión catalana. Una vez libre, dispone de una nómina estrangulada que apenas alcanza los ochocientos euros y una media de espera judicial de seis años hasta que reciba la sentencia final; pero Alfa no ha sido instruido para malvivir.
Por eso, cuando alguien le propone empezar una nueva vida apoderándose de cincuenta quilos de cocaína ajena, Alfa no se lo piensa dos veces. Solo necesita 48 horas, regresar a Castellón, despedirse de la gente querida y ejecutar a la inversa lo que hasta ahora venía haciendo.
Estamos ante una novela basada en hechos reales y en muchos encuentros y pactos entre caballeros para lograr que Alfa desvelara los entresijos de una vida supeditada a bucear en las aguas del narcotráfico. Porque Alfa es un púgil inacabado, un estratega del combate, y siempre el centro del universo de las mujeres a las que ama. Pero, por encima de todo, un hombre necesitado de una moto con la que rodar en busca de esa libertad que precisa para seguir respirando.
Una novela que indaga en la pérdida de la verdadera identidad, y sobre la importancia de tener a quien te acoja en una de las esquinas del cuadrilátero de tu vida. Y es que, sin nadie en la esquina, el combate está perdido.
Mis impresiones:
Esta novela tiene un doble aliciente para mí, se desarrolla en enclaves que conozco, no todos pero sí la mayoría, sobre todo, los que suceden en la provincia de Castellón, el polígono industrial que acoge esa Nochebuena a Alfa, ha sido mi lugar de trabajo durante un año, me he encontrado pensando que calle podía ser, que naves, y aunque ahora no trabajo allí, mi mente ha estado durante la lectura del libro haciendo guardia junto a Alfa en ese coche camuflado.
Hace unos años pensaba que nunca iba a tener el placer de leer ninguna novela que se ambientara en lugares que yo pudiera conocer, y en poco tiempo estoy disfrutando como una niña con zapatos nuevos, varios son los autores que ambientan en Castellón, y ahora Pere Cervantes ha decidido que la acción se desarrolle en la ciudad que lo ha acogido laboralmente y también en el pueblo costero donde vive, e incluso Culla tiene su momento de gloria, aunque no sea una localidad que conozca demasiado bien. Con Golpes Pere Cervantes se ha alzado con el X Galardón Letras del Mediterráneo en el apartado de novela negra o policíaca, premio que otorga la Diputación de Castellón a los libros que promocionan la provincia, sus pueblos, gastronomía y costumbres.
Pere Cervantes se vale del boxeo profesional para contarnos una historia dura, un camino lleno de espinas, la historia de un perdedor que se resiste a serlo porque no tiene conciencia de haber hecho nada mal, defensor de una inocencia que el vacío legal del Código Penal no le reconoce. Alfa es un policía de la vieja escuela, un policía resolutivo, para quien el fin justifica los medios. Después de coquetear con las drogas, y luchar duramente por desintoxicarse emprende una batalla sin cuartel contra el narcotráfico, su obsesión, sacar cuanta más droga posible de la calle, al precio que sea, sin tener en cuenta que hay líneas rojas que es muy peligroso cruzar.
Posiblemente lo más original de esta novela sea su estructura, y ese símil con el mundo del boxeo, un territorio vedado para mí, cuyas normas desconozco, donde yo sólo soy capaz de ver violencia y que Pere me ha hecho ver de otra forma. Así la novela no se divide en capítulos, si no en asaltos o rounds como un combate de boxeo profesional, pasado y presente de Alfa se van sucediendo, no es una narración líneal, si no que está plagada de flashback, el autor aprovecha para adentrarnos de forma sutil en el mundo del boxeo que encaja a la perfección con la historia que nos está contando y que termina venciendo por K.O. al lector en el ultimo asalto, al menos yo tardé en recuperarme de ese último golpe asestado a pesar de la justicia poética que esconde y es que la vida no siempre es amable y nos muestra el lado amargo de una forma muy cruel.
El autor se vale de valores olvidados en la sociedad actual, que solo unos pocos siguen practicando, la lealtad, la amistad. Alfa es un personaje muy peculiar, carismático, no se si el real es así, pero el personaje de ficción creado por el barcelonés es un diamante en bruto, que practica como pocos la lealtad a los hombres de su esquina a pesar de todos los golpes que pueda encajar y los hay que hacen tambalear su existencia y sus convicciones. Y es que la la vida es como un cuadrilátero, cuando te arrincona contra las cuerdas quien no tiene una mano tendida en una esquina está perdido, no encuentra cobijo y en esos momentos es cuando más falta hace para no terminar de perder lo que nos ancla a nuestra existencia.
Y una vez expuestos los dos pilares sobre los que se sustenta esta trama, su estructura con el símil del boxeo y un personaje muy logrado, me dispongo a hablar de valores, de los que creo que esconde esta novela, porque cuando uno pierde su esencia y lo despojan de su dignidad, solo puede acogerse a lo que realmente importa.
La libertad, Alfa la representa en forma de moto, la que le incautaron cuando lo arrestaron, la misma que estaba y sigue pagando a plazos. Subirse a una moto y dejar correr los quilómetros le otorga esas alas que necesita, esa sensación que anhela en los días de prisión y que le proporcionan los libros. A pesar de estar en un modulo especial no deja de ser un policía en la cárcel, una persona privada de su libertad a pesar de no haber pruebas concluyentes. Allí dentro la vida es una sucesión de momentos iguales coleccionados por los internos, un permanente día de la marmota que solo se ve alterado por las visitas que reciben los presos y alguna actividad que les pueda llegar en mayor o en menor medida. Pere aprovecha para hacer un guiño al mundo del cine clásico.Ese rectángulo de luz o de cielo que conforma un día tras otro, le va cortando las alas, le obliga a ansiar el campo abierto, ni siquiera el patio les da esa sensación. Por ello en cuanto consigue la libertad condicional lo primero que hace es subirse a la moto y rodar quilómetros y quilómetros montado en ella. Una sensación que conocen muy bien los amantes de este medio de locomoción.
La lealtad, Alfa constata que con el devenir de los años cada vez quedan menos hombres en sus esquinas, pero los pocos que hay lo son todo para él, son los que le ayudan a levantarse cuando cae, los que lo sostienen cuando flaquea. Por ellos sería capaz de cualquier cosa, hasta de complicarse aún más una existencia que no pinta nada halagüeña para el. Y a pesar de todo, es incluso capaz de un pequeño gesto egoísta de justicia poética, así al menos lo vi yo, como un acto de redención, como una forma de hacer las paces con ese pasado inmediato.
El amor, posiblemente en ese campo es en le que más me ha desconcertado Alfa, un ser incapaz de amar a ninguna mujer excepto a su hija, un hombre que clasifica a las mujeres en mujeres relato y mujeres novela, un gran admirador del género femenino que se entrega tanto en una relación que se siente vulnerable, sensación con la que no está dispuesto a convivir, aunque para ello tenga que renunciar a la mujer de su vida, si es que hay alguna que realmente lo sea, que parece que sí. Yo tengo mis dudas, porque el amor es entrega, y la entrega te hace vulnerable, como también te dan esa misma sensación los hijos, todo lo que amas es susceptible de causarte dolor y ser un punto débil en la coraza con la que te enfrentas diariamente al mundo y a la sociedad.
La lucha del bien contra el mal: Caín y Abel, nos encontramos ante una lucha tanto interna como externa que el autor nos expone en forma de metáfora, no solo el cuadrilátero lo es de la vida, también el nombre de nuestro protagonista, Abel, más bien se asemeja a un angel caído a un Caín en potencia como lo ven en asuntos internos y quienes investigan su actuación. Alfa se asemeja a un angel caído desde la cima del mundo policial donde era inspector de estupefacientes al abismo de la cárcel acusado de narcotráfico. Pero si vamos más allá, la cárcel y la supervivencia en ella le despojan de toda identidad, le roban su dignidad, lo convierten en una persona distinta de la que era antes de entrar, en un actor que debe mantener las apariencias para no dar una visión de debilidad que podría ser su perdición. Nunca me había imaginado así la cárcel y sus devastadores efectos en una persona que no comprende porque ha llegado a la situación en la que se encuentra, aunque intuye que es fruto de un error cometido, que recurrentemente vuelve a su mente, a esos días iguales unos a otros, tan vacíos de contenidos como llenos de un tiempo libre que no puedes emplear en nada que te te de felicidad.
La denuncia social y la reivindicación, hace tiempo que pienso hacía que sociedad caminamos, hacia una en mi opinión muy permisiva, en la que se ha perdido el respeto a la autoridad, en la que aplicamos ciertas normas a rajatabla y le damos una laxitud intolerable a otras. La novela negra y policíaca tiene un gran componente de denuncia social, y esta no podía ser menos, en ella la historia de Alfa pretende denunciar hacia donde camina la nueva policía nacional mucho menos resolutiva que la de antaño, donde los dinosaurios se han extinguido sin que sean conscientes de ello, es decir los policías de la vieja escuela no son capaces de encontrar su lugar en ella, y las nuevas hornadas se pierden en un marasmo políticamente correcto pero poco eficaz. El Código Penal español quizás necesite una nueva revisión en la que se contemple ese cruce de líneas rojas en las que incurre un agente del orden cuando intenta hacer su trabajo de la forma más eficiente posible, que no se encuentren vendidos a merced de un articulado que convierte en delitos y muy graves el desempeño de una función pública. Pere Cervantes y Alfa al contarle su historia nos sacan de nuestra zona de confort, nos obligan a mirar donde preferiríamos no hacerlo, a posicionarnos del lado del que nunca lo haríamos. Sin darnos cuenta deseamos que a Alfa le vaya lo mejor posible, lo redimimos de una acción reprobable, porque el fin si bien no justifica los medios si que es poderoso. Al mismo tiempo que pone de manifiesto los plazos larguísimos en los que se mide la justicia española, en el que un procesado puede tardar seis años en ver resuelto su caso y mientras tanto como en el caso de Alfa suspendido de empleo y sueldo.
Con un lenguaje cuidado hasta el extremo Pere Cervantes hace gala de un estilo literario maduro, en constante evolución, que ralla en muchas ocasiones lo poético que nos obliga a reflexionar porque no da puntada sin hilo, no pone en la boca de su personaje la conclusión a la que quiere que lleguemos, nos da herramientas para llegar a ella y que asintamos cuando creamos verla plasmada. Un listón muy alto para una novela muy bien pensada, con más documentación de la que pueda parecer a simple vista, un arma de doble filo tanto para Pere como para el policía que se esconde detrás de Alfa porque su caso todavía está en los tribunales y aún así un acto valiente, que nos ha permitido disfrutar de una novela única que se va deslizando entre los dedos, que te ofrece horas de lectura serena y reflexiva y que te deja con ganas de más, de saber más.
Lo que más me ha sorprendido ha sido encontrar el cameo que el propio autor hace en la novela, ese policía que se convierte en escritor, y que se llama Pol, que vive en Benicasim y tiene una mujer y un chiquillo, blanco y en botella leche, o ese guiño a la novela Tres minutos de color, que Alfa lee estando en prisión, por si no nos había quedado suficientemente claro.
Se me quedan muchas cosas en el tintero, cuando una historia te remueve tanto por dentro es difícil escribir sobre ella, reflejar todas las emociones que te ha suscitado, desde las más positivas a las más negativas, puedo decir que he sufrido con Alfa en la prisión, que he intentado pisar el mismo cuadrilátero que él, que me he visto darle la razón cuando afirmaba que la estancia en la cárcel no te convierte en delincuente, pero que al salir de ella no vuelves a ser la misma persona. Me he entristecido con cada golpe recibido, me he alegrado cuando las cosas le iban medio decente y en ese acto de justicia poética del último capítulo.
Conclusión:
En resumen y por no alargarme más, Pere Cervantes se va consolidando en la novela negra española, se ha hecho un hueco por mérito propio, su cuidado lenguaje, su manejo soberbio de la lengua castellana y su figuras literarias, la valentía a la hora de estructurar tramas y crear personajes, le han valido un meritorio puesto que supongo que se cuidara mucho en mantener.
En cuanto a Golpes es una novela en la que todo está muy pensado, muy medido y en la que no sobra ninguna palabra y nos obliga a reflexionar, a abandonar nuestra zona de confort y mirar hacía nuestra sociedad y sus faltas. La vida vista como un combate de boxeo es una de las metáforas más bellas que he leído últimamente porque la vida te da golpes y que no se conviertan en K.O. técnico requiere de personas en las esquinas dispuesta a echarnos una mano cuando flaqueemos.