Este fin de semana el PSOE le montó una fiesta a Felipe González para recordar su triunfo arrollador hace treinta años, mientras José María Aznar presentaba el primer tomo de sus memorias.
Ambos creen que sus etapas rigiendo España fueron mejores que la actual, incluso las mejores de la historia democrática, y se permiten darle consejos a quien ocupa hoy el puesto que tuvieron antes.
A posteriori es fácil dar consejos, por lo que recordemos a grandísimos rasgos sus éxitos y fracasos como gobernantes.
Felipe González, presionado más por sus protectores europeos –Billy Brandt et all-- que por los reaccionarios reductos marxistas del PSOE, afrontó la modernización del país sin prestar atención al sorprendente enriquecimiento de bastantes de los suyos.
De ahí la corrupción que ensombreció sus éxitos, junto con la guerra sucia heredada, pero que mantuvo, a la vez que alumbró el huevo de la serpiente que puede destruir el PSOE y España: permitir que el nacionalismo del PSC dominara al partido en Cataluña, facilitando los secesionismos.
Al final, tras sus casi 14 años de mandato, el país había prosperado social y económicamente, aunque dejando bastantes desmoralización, tres millones de desempleados y las arcas vacías.
Quien las llenó fue Aznar con una mezcla de ambición, comedimiento en el gasto y leyes que facilitaron la ampliación de la burbuja inmobiliaria.
Y le entregó además a los nacionalistas la sanidad y la educación, un error inconmensurable que su memoria quiere olvidar.
Con él avanzó el país, pero también sus vicios, incluyendo el de los políticos incrustados en todas las áreas para extraer sus beneficios.
El final fue terrible: los atentados del 11M de 2004, aprovechados por un ZP que hundió el país a tal profundidad que Rajoy parece no saber cómo rescatarlo.
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