Rebelde que debe ser uno. Mi Facebook es un disparate, como yo, la verdad es que me describe más de lo que sería prudente. Pocos datos o ninguno sobre mis trabajos. Sentido del humor, verborrea sin límites… Más que un escaparate es como si me dejase la ventana del baño abierta incluso después de hacer aguas mayores.
Hace años, muchos, me presenté a las pruebas de la policía autonómica del Pais Vasco. ¿Te lo puedes imaginar? Los caminos de Señor son inescrutables y la Providencia pensó, sin embargo, en destinos muy distintos para mí. Una de las preguntas de aquella larga mañana se me quedó grabada, y fue porque a pesar de mi bisoñez se me encendió con fuerza la alarma. «Que si en caso de algún escándalo o injusticia flagrante estaría dispuesto a escribir una carta a algún periódico denunciándolo». Respondí que sí, aunque no lo haya hecho nunca, porque aunque eso me impediría entre otras muchas cosas ser ertzaina, me describiría como la persona que sí me gustaría ser. De esos que no permanecen impasibles ante las injusticias. Toda una paradoja entonces, porque para qué deberían existir precisamente las fuerzas de orden público. En fin.
Toca estar al día de las aplicaciones sociales que lo petan. Facebook dicen que es de puretas, Twitter que está acabado. Que lo que mola es Instagram, pues a las nuevas generaciones lo que les gusta no es leer sino mirar. Snapchat, a penas sé qué es, la publicación de estados instantáneos que se desvanecen como las buenas ideas… Qué más me dará a mí si no las uso para lo que en teoría son.
Followers, para qué. ¿Para que te digan con sus reacciones cómo tendrías que ser?; justo como aquellos que ya los tienen. A estas edades uno ya está terminado (acabado en muchos casos), y si no conecta con la masa, mala suerte. Yo, que parezco hacerlo todo al revés, decido que las redes le deben mostrar a uno como es, y no convertirlo subrepticiamente en objeto de deseo de una marabunta sin criterio.
Y si cuando le googlelizaran a uno, ¿sabes lo que es?, que busquen tu rastro, tu huella en internet para hacerse la idea de quién eres realmente, los googlelizados fueran ellos; si queriendo sorprenderte in fraganti los sorprendidos fueran ellos, por alguien que acertando a ser él mismo resulte, por eso mismo, distinto del resto, gozosa e inquietantemente inclasificable.