Por el mundo corre la noticia de que el pobre pueblo español pasa hambre. Las televisiones muestran a unos campesinos hambrientos que asaltan los hipermercados para comer.
Nadie se fija en las contradictorias imágenes, que muestren a unos tipos gordos de aspecto burgués maltratando a una cajera asustada. No se denuncia la violencia de género de esos tipos bien comidos, señoritos sostenidos con los impuestos de todos, contra la trabajadora.
Si usted va a los supermercados, incluidos los que saquea el estalinista y castrista Sánchez Gordillo, habrá visto a empleados de las grandes marcas retirar sus productos de las estanterías: se llevan generalmente los que caducan antes de una semana.
Las elaboradoras de alimentos entregan cada día miles y miles de toneladas de sus productos, y cientos de miles de envases de comida se donan también diariamente en los cerca de 16.000 supermercados e hipermercados españoles a oenegés como Cáritas, Cruz Roja y, sobre todo, los Bancos de Alimentos que hay en las provincias españolas.
Desde esos Bancos se reparten a centros asistenciales, iglesias y mezquitas, que gozan de abundancia de alimentos para repartir entre los que los soliciten.
Los Bancos retiran y hacen destruir, además, lo que caduca un día antes de la entrega, sin tener en cuenta que la caducidad es una fecha generalmente exagerada porque esos alimentos resisten muchos días más.
Sánchez Gordillo, diputado comunista andaluz y alcalde de Marinaleda, Sevilla, ha ordenado saquear los supermercados en nombre de los hambrientos para entregarle su botín a los Bancos de Alimentos.
Pero estos los rechazan. No desean productos de los asaltos, y además porque tienen todo lo que necesitan: las marcas y los supermercados cada vez donan más al vender menos a causa de la crisis.
Usted vio en televisión a Sánchez Gordillo y demás asaltantes: con sus panzas bien rellenas, algunas se tapan con prendas de carísimos anagramas.
Ahora pueden asaltar Loewe con hambre estalinista para regalarle bolsos a sus señoras, que también tienen derecho al lujo.
Mientras, ninguna izquierda dice que el 78 por ciento del presupuesto municipal de Marinaleda y su falsa prosperidad comunista es subvencionada con nuestros impuestos.
Un comunismo parasitario que busca minutos de fama en este país sin hambre gracias, en parte, a los hipermercados asaltados por estos mesiánicos guardas del gulag.
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SALAS