Ya empieza el calor. Es momento de aligerar la ropa y abrir las ventanas. Eso propició ayer una inesperada visita a la cocina durante una breve ausencia de casa. Dos atrevidos gorriones se habían aventurado en territorio hostil para disfrutar de la frescura de nuestro fregadero y de alguna que otra migaja de pan en nuestra encimera. Cuando te topas con una visita así de inesperada puedes percibirlo como una intromisión en tu zona de intimidad, o puedes vivirlo como un bello guiño de la vida. Nosotros optamos por lo segundo, sin dudarlo. A fin de cuentas, no hemos dejado de dar pie a que la relación con nuestros gorriones se afiance cada vez más. No paramos de observar y festejar su baile desde nuestra ventana. Los atiborramos con los restos de nuestro mantel tras cada comida. Y les hemos facilitado soportes de todo tipo en nuestra terraza. Sin duda se sienten a gusto en nuestro patio. Y eso les ha llevado a envalentonarse y dar el salto al interior de la casa. Quizás porque intuyen que no los vemos como intrusos, sino como simpáticos vecinos, que sólo dejan alguna que otra deposición de vez en cuando.
La presencia de nuestros queridos gorriones, como sucede casi con todo, encierra mágicos paralelismos y sincronías con la vida. Y últimamente llegan a casa preciosos gorriones, cuya presencia nos saca del letargo del trajín diario y nos muestra con todo su esplendor la belleza y el encanto que subyace a todo. Esos gorriones a veces toman la forma de simpáticos periodistas que comparten todo un día con nosotros para conocer nuestras opciones de vida. A veces toman la forma de turistas neocelandeses que en plena vorágine hogareña solicitan alojarse una noche en casa para contarnos sus aventuras por todo el mundo. A veces son gorriones virtuales que comparten sus vivencias, movidos por las que han leído de nosotros. O a veces son gorriones que nos invitan a contar nuestra salida literaria del armario en los más inesperados rincones. Hay gorriones de esos de todos los tamaños y colores. Y los hay por todos lados. ¡Os lo aseguro! Quizás todos dispuestos a sorprendernos. Quizás todos dispuestos a interpelarnos. Sólo piden que no los asustemos ni nos mostremos reacios a su presencia. Y si en algún momento, necesitamos recuperar nuestra intimidad, basta con cerrar la ventana un rato, y pronto estaremos deseosos de volver a abrirla para escuchar su gorgojeo. Este fin de semana cerraremos la ventana y nos refugiaremos en las playas de Tarifa. Pero de nuevo el lunes estaremos "locos" por encontrarnos de nuevo con nuestros gorriones.