Mucho tiempo sin escribir de esta manera.
Empecemos.
Es raro como a lo largo de nuestras vidas nos encontramos con situaciones que tratan de definirnos. Crecemos pensando en lo que seremos, sin estar conscientes que desde el primer aliento estamos formando (o descubriendo quienes somos).
Estudiar decían algunos. Eso te formará y te dará algo para demostrar en la vida. Tenían un poco de razón, nunca lo negaré, pero mientras más avanzo en este proceso de auto descubrimiento que llaman vida, más me doy cuenta que el estudiar es solo una de las miles de cosas que pueden definirnos como persona.
Y creo que ese es el problema principal que tenemos algunos, el definir quién somos, lo que queremos, lo que deseamos, y muchas más cosas filosóficas que unos buenos amigos podrían debatir mucho mejor que yo, eso sin duda alguna.
Si vamos al principio,¿Por qué necesitamos una definición? Más allá de la terquedad humana de querer encontrarle un significado a todo, ¿Por qué nos cuesta aceptar que somos un conjunto de cosas que van evolucionando a medida que lo hacemos nosotros mismo, valga la redundancia.
Podemos ser buenos en ciencia, y a la vez buenos en el arte. Podemos gozar de inteligencia emocional, y a la vez tener momentos en los que no nos entendemos ni a nosotros mismos. ¿Porque, de hecho, somos más duros para con nosotros que con cualquier otro?
Nos cuesta aceptar que somos humanos, que nos equivocamos, y que también tenemos derecho a perdernos de vez en cuando.
Nos cuesta aceptar que tenemos derecho a reinventarnos en el momento que necesitemos, a nuestro ritmo (el de cada uno) y, sobre todo, nos cuesta aceptar que no somos perfectos.
Pero, hay un dilema en todo esto. Si constantemente estamos demostrándole al mundo lo bien que estamos, ¿Cuando tenemos tiempo para atravesar (e interpretar) nuestros procesos?
No quiero que se malinterprete, soy la primera que dice que “siempre se debe tener una actitud positiva para atraer buenas vibras“. Pero en mí proceso, me he dado cuenta que estamos tan ocupados viendo afuera que nos percatamos muy poco de lo que pasa adentro.
Estamos tan agobiados con el día a día, tareas, trabajos, familia, deberes, economía, mundo, y claro está, el coronavirus, que nuestro piloto automático nos conduce a través de lo que debemos hacer, y no lo que realmente necesitamos.
Ahora bien, en los últimos días (o meses para algunos, y me incluyo), hubo un factor que cambió las reglas del juego. El tiempo.
Tenemos menos tiempo afuera, literalmente, y tenemos más tiempo para estar con nosotros. Hay menos ruido, y se escuchan con más intensidad las goteras internas de cada casa.
Y así, cómo no puedo negar que es parte de mi esencia para pensar cuatro mil cosas a la vez, vuelvo a la idea de unos párrafos más arriba. ¿Que pasa si, revisando las goteras, te das cuenta que quieres hacer algo totalmente distinto a lo que venías haciendo desde hace años? ¿Que quieres tener más tiempo para ti, para tus planes, para viajar, conocer el mundo? Perdón… divague un poco…mis goteras son muy fuertes.
En fin, sea cual sea el rumbo y el tema que transites, ¿Que pasa si deseas cambiar de camino?
Es difícil permitirnos ser lo que deseamos. Y con ser, me refiero al estado puro y esencial del ser humano. Quitando un momento títulos, casillas, responsabilidades…¿Que deseas ser una vez que todo acabe?
Permitete responder eso desde un espacio de seguridad, confianza y plenitud, aunque suene a diálogo de coaching, simplemente sé lo que quieras ser.
Yo, por mí parte, estoy tratando de descubrir mis goteras, y responderle a cada una hacia donde es el camino, mientras sigo buscando.
Desde mí habitación, y con la estufa encendida, hoy el camino fue reencontrarme con una faceta que creía perdida.
Espero que encuentres la tuya,
AD✨
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