Director: Francois Ozon
¿No les parece genial, eh? Hasta hace poco había comentado solamente una película de Francois Ozon, pero de repente, ¡bum!, cuatro películas en tan sólo un par de días. Lisa y llanamente sensacional. Después de todo no soy tan mal sujeto, ¿eh?, después de todo no soy tan poco, uh, tan poco confiable, ¿eh? ¿Cuánto tenemos hasta que empiece el festival de Cannes, un mes? Vamos a hacer maravillas en ese tiempo, pueden apostarlo, claro que sí. "Gouttes d'eau sur pierres brulantes", o dicho en algo que se pueda entender y pronunciar sin sufrir un colapso mental, "Gotas de agua sobre piedras calientes", es una de las dos películas de Ozon que vi meses antes de comenzar este blog, y vaya que estaba ansioso de volver a verla, sobre todo por Ludivine Sagnier, que, oh la la, está para echar humo por las orejas, no me digan que no, para que se te salgan los ojos de sus cuencas y la mandíbula se te abra hasta el suelo, oh. Pero qué digo, "Gotas de agua sobre piedras calientes" es una maravillosa película, magníficamente bien hecha, la perfecta comunión entre dos geniales espíritus cinematográficos.
No es que trate a mi yo de hace cuatro o cinco años de tonto ni mucho menos estoy venerando a mi yo de hoy en día, pero en este visionado me he dado cuenta de varias cosas que pasé por alto en aquel entonces. La revelación es la siguiente: aunque la película esté hablada en francés, el escenario y los personajes son alemanes. Las razones que me condujeron a la revelación: tengo mejor oído para distinguir algunos idiomas; he visto películas de Rainer Werner Fassbinder y he leído sobre su vida y su obra (nada académico, por favor), y; he leído el libro Berlin Alexanderplatz, de Alfred Döblin. No me ha sido tan difícil poner algunas piezas en su lugar. En primer lugar, claro, Ozon se basa en una obra de teatro de Fassbinder (Tropfen auf heisse Steine) y es de suponer que el cineasta francés mantuvo la nacionalidad de la narración, lo cual queda claro cuando oímos canciones cantadas en alemán (como la versión germana de esa famosa canción de Raffaella Carrà, o esa otra magnífica canción cantada por Francoise Hardy) y vemos vestido al protagonista con determinado atuendo y nos enteramos de las ciudades que visita el personaje de Bernard Giraudeau. A propósito de nombres, el protagonista se llama Franz, Franz como Franz Biberkopf, el protagonista de Berlin Alexanderplatz, también como varios de los personajes fassbinderianos que el mismo Fassbinder interpretó en sus películas, como por ejemplo en "Liebe ist kälter als der Todd" (ojo al libro que está leyendo el protagonista), y como el protagonista de aquella obra de teatro nunca estrenada y rescatada décadas después por Ozon, Franz como el alter ego de Fassbinder, Franz el inconformista que no pertenece a la sociedad, Franz el vagabundo que necesita cariño, que necesita amor, que necesita sexo, que necesita libertad, que necesita escapar, que necesita morir, que no puede vivir con el resto en este mundo cruel. Y, por supuesto, están las constantes fassbinderianas tales como las relaciones abusivas, la muerte del amor, la inexistencia del amor, la venta del amor, la futilidad de los sentimientos, las sexualidades ambiguas y peligrosas, violentas, cambiantes, los personajes en el abismo, las mujeres como seres bellos e inocentes pero devastados y corroídos por la agresividad masculina, por su insaciable y cruento deseo corporal, la siempre inevitable insatisfacción y decepción, la soledad, el vacío, la tristeza, el amor en un estrecho e íntimo abrazo con el odio, el deterioro humano, el hastío y el tedio existencial, la sumisión y el dominio, lo intercambiable de los roles sociales, lo difuso de los roles impuestos por la sociedad, lo frágil pero dañino de lo convencional, la fuerza de voluntad, la vulnerable voluntad, lo maleable de la identidad, lo insignificante que somos, cuán únicos somos... entre tanto más... Oigan, Fassbinder es un ser humano complejo, un artista complejo: podría seguir y seguir...
Ozon logra capturar todo esto y más, posiblemente logra expresar la profunda humanidad de ese genio llamado Rainer Werner Fassbinder en una película de ochenta minutos deliciosa y brillantemente dirigida, con una fotografía y un arte exquisitos (esos colores, esos encuadres, esos movimientos de cámara, etc.), una fantástica dirección de actores y una mirada tan mordaz como ingenua, tan nihilista como cándida, de un negro sentido del humor pero también de una poderosa y tierna sensibilidad. Ozon nos deleita con un tragicómico relato sexual que explora, en palabras simples, el deterioro de las relaciones humanas y lo intrincado del interior de cada quien, pero Fassbinder lo dijo (más o menos, ahora mismo no recuerdo bien sus palabras), sus historias y por lo general todas las historias tratan esencialmente del individuo y de cómo éste es coaccionado por la sociedad. Lo importante es el individuo: el conflicto será, en esencia, el mismo. 100% Fassbinder, 100% Ozon. Crudeza y ferocidad discursiva, elegancia y mordacidad formal. Brillante.
Gran película, qué duda cabe. Disfrútenla.