Revista Cine
Tras un número musical mucho más flojo que el del anterior año daba comienzo una gala donde predominó la sacarina. Ligera y sin chispa a partes iguales a pesar de los titánicos intentos de una Eva Hache por hacer explotar una platea bastante descafeinada. A ratos lo consiguió pero la sensación genérica es que el guión no estaba a la altura. No fue hasta la estelar aparición de Santiago Segura escupiendo un texto mucho más punzante, que la platea se rindió a sus pies. Pero para entonces, la gala entraba en su recta final con un palmarés previsible.
El triunfo de No habrá paz para los malvados supone un nuevo desplante a Almodóvar. Con esto no quiero decir que todo lo que hace el manchego sea digno de premios pero seamos algo sensatos señores académicos. La piel que habito está por encima de los malvados. Un guión innovador que muchos tachan de bochornoso pero que otorgan a la cinta de Pedro personalidad. Una banda sonora, merecido Goya a Alberto Iglesias, que eriza la piel y unas interpretaciones de lujo.
Pocas sorpresas en el apartado interpretativo. Aplaudido Goya a Coronado. Como él mismo declaró "25 años me ha costado" 25 años en los que escasos papeles relevantes se le pueden contar.
Para este blog el momento más emotivo, sin contar con la morbosa aparición de la estupenda Silvia Abascal, sea la entrega del Goya de manos de Victoria Abril a una exultante y emocionada Elena Enaya como mejor actriz protagonista.
Las revelaciones de este año no podían ser más acertadas. María León, la mejor actriz del año, aunque lo llamen revelación, subía temblando a recoger su cabezón y Jan Cornet, de igual forma, pero mucho más sorprendido al igual que la mayoría de los espectadores.
Muy acertado el premio y el discurso de Ana Wagener, una actriz a la que el reconocimiento le está llegando con retraso pero que en cada interpretación echa el resto. LLuis Homar aburrió a la platea con sus palabras. Personalmente hubiera preferido que su Goya correspondiera a la estupenda interpretación que nos brindó en No tengas miedo. Algo que, por sus palabras, también daba a entender agradeciendo, entre otros, el premio a Montxo Armendáriz.
En conclusión, más de lo mismo. Esperemos que el próximo año Segura esté tan sembrado como éste siendo el maestro de ceremonias y que los prejuicios académicos queden a un lado. Soñar es gratis.