Sé que lo hacen con buena intención. Probablemente con la mejor. Pero al final se convierten en la correa de transmisión de la peor cicuta que recorre nuestras calles. Y desde luego no es el coronavirus. Es el dichoso miedo. "Súbete la mascarilla". "No uses una de tela". "Abre la ventana de par en par". "Póntela en el coche o en el despacho, aunque estés solo"... En respuesta a todas y cada una de esas "recomendaciones" bienintencionadas, a lo más que llego ya, es a esbozar una sonrisa. Mitad de agradecimiento, mitad de respeto. Ya renuncié a expresar mi visión de lo que está sucediendo. Me cansa. Suele acabar la cosa en conflicto. No vale la pena. El que quiera conocer mis "porqués", ya los leerá por aquí. A fin de cuentas, las cartas ya están sobre la mesa, dispuestas a ser jugadas. A la vista de todos. Pero cada uno tiene su estrategia de juego. El "libre albedrío", dicen que se llama eso. Y los hay que se guardan las cartas, se les vayan a estropear. Y otros las tienen gastadas de tanto uso.
El problema es cuando intentan que todos hagamos lo mismo. Que todos juguemos igual. Y tratan de convencerte, metiéndote miedo, y aleccionándote sobre un vecino que ha cogido el bicho y está fatal. Un cuñado que está en la UCI por lo mismo. O una prima, que ha salido negativo, pero tiene los síntomas, y seguro que también es Covid. "Escarmentar en cabeza ajena", dicen que se llama eso. O también "remojar tus barbas, cuando veas las de tu vecino cortar". Pero esa historia del escarmiento y de las barbas del vecino ya no es para ahorrarte errores. Se ha convertido en la forma en que nos retroalimentarnos unos a otros en el miedo. Y no paran de salir anuncios en la televisión y en las marquesinas de los autobuses instándote a que no abraces para poder abrazar en un futuro, a que no te reúnas para poder reunirte en un futuro, a que no viajes para que puedas viajar en un futuro. Sacrifica tu vida de hoy por una posibilidad mañana. Deja de vivir hoy, a ver si podemos vivir mañana.Lo siento. Pero somos objetores de conciencia de ese tipo de "escarmientos en cabeza ajena". Es una asignatura obligatoria en casa. Y si no la apruebas, te quedas sin cena. Bueno, cena te damos, pero te pierdes el postre. Que es el puro disfrute de la vida. Y eso es lo que les está pasando a los que se están poniendo "morados" a base de este miedo tan indigesto, en lugar de "rechupetearse" los dedos con este "pedazo" de vida que nos ha sido dada para vivir.
Mejor no describir las caras de zozobra, angustia y desazón de no pocos conocidos, amigos y familiares, cuando nuestros hijos se marcharon allá por agosto, a estudiar en medio de esta pandemia a 8.000 kilómetros de casa. ¡Con la que estaba cayendo, según el telediario! A alguno sólo les faltaba decir algo similar a: "¡Malos padres: Os debían retirar la custodia!" Las caras de pésame casi nos movían a consolarles por lo afectados que se les veía con nuestra decisión. Seguro que más de uno diría que se trata de un desplazamiento "innecesario" y que debería estar prohibido en los momentos actuales. Pero está claro que a algunos nos resulta "necesario" vivir, con las nimiedades e insignificancias que eso implica: viajar, cantar, charlar, abrazar... Caprichosos que somos algunos.¿Que si nuestros hijos pueden coger el bicho por ahí? Por supuesto. Igual que aquí. ¿Que si pueden enfermar? Por supuesto. Igual que aquí. ¿Que incluso podría ser la cosa peor, e incluso morir? Por supuesto. Igual que aquí. Tengo un conocido cercano que acaba de superar el Covid, con síntomas leves. Nadie pensaba que se contagiaría, ya que por pura convicción, apenas se relaciona con nadie, lleva la mascarilla a todas horas (incluso solo), y no ha pisado un establecimiento comercial o una cafetería desde marzo. Su mujer le acabó contagiando el bicho. Pero los rastreadores estaban encantados con él, porque no había a quién rastrear. Quizás le den la medalla al mérito pandémico. Pero a mí me da pena pensar cómo habrían disfrutado de esos ocho meses que él ha desperdiciado, muchos de los que han fallecido y de los que fallecerán por ésta o por causas mucho más graves. Por eso nosotros apoyamos con determinación la decisión de nuestros hijos de seguir viviendo con pasión cada minuto de sus vidas. Sabiendo que la muerte está ahí, como siempre ha estado, aunque muchos le den la espalda. Y están FELICES, VIVIENDO LA VIDA (con mayúsculas muy muy grandes). Y si les llegase una de esas fatalidades, que por supuesto la vida a veces trae, o que a veces nos buscamos, al menos que hayan sabido lo que es VIVIR DE VERDAD. Dicen que eso, técnicamente se llama: "Que te quiten lo bailao"...Los que os interesáis de corazón por cómo nos va la cosa, con los niños tan lejos, y habiéndonos quedado los dos solos, bien sabéis la respuesta ya: DE MARAVILLA (también con mayúsculas muy "gordas"). ¿Acaso podría ser de otro modo? Cada vez que tenemos una llamada o una videoconferencia con ellos, el "subidón" es colosal:-Pablo está "alucinando" con sus profesores. Ha sacado unas notas magníficas en el primer trimestre. Juega en el equipo de fútbol de la Universidad de Oklahoma. Se ha independizado ya económicamente gracias a su trabajo de reponedor y camarero cuatro días en semana. Y está loco de ilusión con sus compañeros de "start-up", tras haber sido seleccionados para desarrollar su proyecto en una incubadora de empresas impresionante que tienen allí. No está mal para llevar tres meses "sufriendo" por ahí los rigores de estos tiempos
-Samuel está encantado también, en su apuesta por la Física en Córdoba. No es fácil que, en el primer trimestre de carrera, sientas que has acertado en tu elección. Pero bastaba ver su sonrisa al mostrarnos los jeroglíficos de sus apuntes, llenos de fórmulas, gráficos y todo tipo de galimatías matemáticos y científicos. Está "en su salsa". Ha encontrado un grupo de compañeros muy apañados en la universidad. Y se está manejando de maravilla con las comidas, los desplazamientos y los viajes a casa cada dos o tres semanas, a pesar de los cierres perimetrales, para continuar sus estudios de piano.-Y como no hay "dos sin tres", Eva hace honor a su nombre ("fuente de vida"). Es puro gozo perpetuo. Sus notas han sido también envidiables en Texas. Está encantada con su madre y hermanas americanas. Ha disfrutado de un "road trip" por varios estados con las mujeres de la familia. Hace baile y "piruetas musicales" con su Marching Band. Ha volado a Florida para vivir una típica celebración en familia de "Acción de Gracias". Y ha tenido el empuje para que la autoricen a nadar y competir allí, y tras lograrlo, está a punto de batir el récord del instituto, con el consiguiente "alucine" de compañeros y entrenadores.Son "sólo" tres meses sin ellos. Y puede que algunos piensen que hemos tenido suerte, y que "veremos a ver" qué pasa en los próximos meses. Cosas de los agoreros, que pondrán pegas a algunas de estas fotos porque se vea en ellas mucha gente sin guardar distancias de seguridad, en lugar de alegrarse por la felicidad que destilan. Pero nosotros, como padres, somos profundamente felices viviendo a través de los ojos de nuestros hijos la ilusión en cada paso que dan, sintiendo con ellos cómo disfrutan cada sorbo de sus vidas como si fuera el último. Parece que les tendremos que poner matrícula de honor a ellos, y suspenso a quienes sufren por su marcha. Y Mey y yo, a lo nuestro. A gozar en cabeza ajena. En la de cada uno de nuestros hijos.
De broma, un buen amigo nos decía ayer que hemos sido muy listos, y que les hemos "colado" a nuestros hijos este "rollo" de vivir la vida, disfrutar y viajar, para quedarnos los dos solos, de novios. Pues quizás, sin buscarlo, también sea eso verdad. Tras no pocos años de dedicación exclusiva a ellos, es perfectamente compatible que ellos vuelen y que nosotros vivamos el presente como ellos, con pasión. Nada de valles de lágrimas. La vida es demasiado corta.
Nos encantaría que rebuscaras en tu entorno, en tus redes sociales, o en tu propia vida, buenas razones para VIVIR EL PRESENTE con mayúsculas. Déjate ya de tanta mala noticia y de tanto "mal rollo". Disfruta con cabeza, pero por favor, DISFRUTA. Vive cada instante de tu vida como si fuera el último. Por si acaso.