Dicen que la temporada es aburrida. Se decía que el sonido de los motores eran los estertores de la muerte de la Formula Uno. Argumentan que Hamilton y Rosberg no emocionan a nadie. La pura realidad es que los Grandes Premios excitantes aporrean a los aburridos y predecibles. Quién diría que el trabado Hungaroring una vez más sería escenario de un magnífico espectáculo de conducción, dominio técnico y talento puro.
El sábado la fragilidad de la W05 se cebó sobre Hamilton. Hoy sabemos que posiblemente impidió el record de su potencial victoria. Otro factor alienante fue el insólito fallo de Ferrari con Raikkonen. El finés hizo su mejor carrera del año –Casualmente-
Ricciardo podría tener casualmente el mejor auto en las últimas cinco vueltas, pero estaba luchando contra una Ferrari y un Mercedes y con dos reputados campeones del mundo. Los adelantó con una pasmosidad única, exquisita. Un león sobre…