Revista Diario
La semana pasada hablando de mis miedos os contaba que en un momento de mi vida, para superar el miedo a no ser madre, tuve que replantearme toda mi existencia como ser humano, y valorar que cosas positivas había en mi vida frente a las negativas. Este ejercicio de reflexión me ayudo muchísimo a valorar los pequeños momentos de felicidad, e intentar exprimirlos al máximo.
Años más tarde, en una de las clases de Disciplina Positiva a las que acudí, la ponente nos contaba que una de las pautas que aconsejaban realizar era la de al finalizar el día, sentarse cinco minutos con los niños y recapitular las cosas positivas que habían ocurrido durante el mismo.
Reconozco que aquello se me quedó grabado, pero A todavía era muy pequeño y no consideré que fuese el momento apropiado para incorporarla a nuestros hábitos, así que hasta hace poco no la introducimos dentro de nuestra rutina diaria. Pero ¿por qué no añadir también un agradecimiento?
He de reconocer que es uno de mis momentos preferidos del día, ya no solo por el hecho de compartirlo los tres juntos, que también, sino por que veo que funciona. Que acabar el día recordando aquellos gestos, actos u acciones que nos gustaron, nunca mencionamos cosas materiales, reconforta el alma, te da energías para afrontar el día siguiente, y lo que aún me parece más fundamental, creo que es una buena base para que en momentos difíciles nuestros hijos aprendan a buscar el lado positivo y no se dejen enredar por emociones negativas.
Otro factor que me gusta de esta práctica es que a través de la misma les incentivamos a comunicarse, compartimos un momento en familia, en el que todos escuchan a todos, aprendemos qué cosas hacen felices a nuestros seres queridos, y les enseñamos que la felicidad reside en los pequeños gestos. En esa sonrisa que llegó en el momento adecuado, o en la persona que te abrió la puerta cuando venías cargada de bolsas, o quizás en un rayo de sol que entra por la ventana y hace que te pares un instante para observar la vida al otro lado de la calle, o en ese ratito en el que los abuelos estuvieron jugando con nosotros. Si nos paramos a pensar, hay muchos motivos por los que dar las gracias cada día.
A lo largo de nuestra jornada diaria sufrimos un montón de estrés, siempre andamos a contrareloj y es probable que no nos percatemos de esos instantes que marcan la diferencia, por eso sentarse, hacer memoria, revivirlos y compartirlos con tu familia me parece importantísimo. Obviamente yo no soy ninguna experta en educación y me limito a daros una opinión personal sobre una costumbre que hemos implantado en casa y que me apetecía compartir.
¿Y vosotras ? ¿Que pequeñas cosas marcan la diferencia en vuestro día a día?