Revista Cultura y Ocio

Gracias amigo

Por Aceituno

Ayer un amigo me dijo que me quería y que yo era su amigo del alma. Dijo más cosas, todas en el mismo sentido y yo me eché a llorar como un bobo. Bueno, como un bobo no, como un amigo al que le dicen lo mucho que le quieren. Lamentablemente esto no es nada frecuente. Me da la impresión que cuanto mayor es la enfermedad mayor es también el número de amigos que se alejan, de hecho a mí me quedan dos o tres como mucho.

Y no os podéis imaginar el estado tan catastrófico de soledad en el que uno entra.

Por eso mi abstracción de hoy son sillas de un bar y unas flores que parece que nada tienen que ver con el conjunto, por la cantidad de horas que he pasado charlando de todo y de nada, de lo humano y lo divino, de lo normal y lo absurdo, en mil  bares con este amigo que me dijo que me quería. Es curioso, con la cantidad de “amigos” que he tenido en mi vida y lo solo que estoy ahora que tanto los necesitaría. Pero, claro, no soy una compañía agradable porque estoy muy enfermo y eso les espanta. No sabrían qué decir, ni cómo comportarse, ni cómo actuar al verme. También es posible que alguno de ellos ni siquiera sepa que estoy enfermo, lo cual es casi peor porque significa que el contacto ya se perdió para siempre. En cualquier caso, insisto: me quedan dos o tres amigos como mucho.

Seguramente también ha sido culpa mía porque con tanto viaje he descuidado mucho las relaciones y no he sabido seguir cultivando la amistad, pero en fin, a estas alturas poco puedo hacer. Apenas tengo fuerzas para mantenerme en pie como para preocuparme de los amigos perdidos. Naturalmente mis puertas están siempre abiertas por si alguno quiere venir e interesarse por mí, pero yo no puedo dar el primer paso. No tengo fuerzas. Me fallan las energías y el ánimo pero reconozco la importancia vital que tienen los amigos y me lamento profundamente por no haber sabido mantenerlos. Si volviese a nacer, sería una de la cosas en las que más atención pondría, los amigos.

De todas formas por ahora tendré que conformarme con esos dos o tres y me siento muy orgulloso de ellos. Sobre todo hoy al recordar las palabras que me dijo ayer Fernando. No todos los días un amigo se sincera y te dedica palabras y gestos tan maravillosos. No puedo más que deshacerme en un charco de lágrimas al recordar su timbre de voz mientras me hablaba y trataba de calmarme.

Nunca hubiese podido imaginar algo así.

Gracias AMIGO.


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