Es curioso, hace un año (again) comentábamos que Vargas Llosa "matemáticamente" podía ganar el Nobel. Y es que él mismo y muchos otros, ya casi le habían echado tierra al asunto. Hasta que el día llegó. Ahora podemos decir que ha ganado el Premio Nobel de Literatura 2010. Así como lo leen. Por fin.
Primero que nada debo decir que no me considero un hardcore fan de Mario Vargas Llosa. Mi escritor peruano favorito es y será Julio Ramón Ribeyro. Y esto es algo que viene desde que tengo memoria. Recuerdo que, cuando estaba en el colegio, leí una antología de La Palabra del Mudo, con relatos excepcionales como "Alienación" o "Silvio en el Rosedal" y, al poco tiempo, leí un cuento de Vargas Llosa: "Día domingo". No me fue muy difícil elegir el que más me gustó.
Sin embargo, con el correr de los años fui leyendo varias de sus obras, no todas, solo algunas, pero que han impactado profundamente en mí, por su extraordinaria calidad, su exquisito manejo de la técnica y sobretodo por la enorme credibilidad y empatía que generan sus personajes. Pocas veces me he sentido tan identificado con alguien como en dos de sus novelas: La ciudad y los perros y Conversación en la Catedral: La primera la leí cuando, como el protagonista, estaba en el último año del colegio; la segunda, al igual que Zavalita, cuando ya estaba fuera de la Universidad, trabajando en el Centro de Lima. En ambas sentí que esas ficciones me importaban más que cualquier otra cosa, que es lo que suelen producir los buenos libros.
Y claro, me he reído con Pantaleón y las visitadoras, admirado con La casa verde, horrorizado con la dictadura descrita en La fiesta del Chivo, conmovido con Travesuras de la niña mala, disfrutado con Los cachorros, aprendido con Cartas a un novelista. Mención aparte merece El pez en el agua, uno de los primeros libros de memorias que leí y por el que, en gran medida, surgió mi pasión por el género autobiográfico.
Ahora que ha ganado el Nobel, muchas cosas pasarán. Esperaremos su nueva novela El sueño el celta (pueden leer aquí un adelanto), los libreros querrán vender más, los militares que quemaron sus libros ahora le harán un homenaje, el presidente que lo maleteó hasta el cansancio ahora lo elogia, etc. Pero lo importante es que una vez más, gracias a este ilustre hincha del mejor equipo del Perú, tenemos motivos para sonreir, para estar orgullosos y para responderle a Zavalita que el Perú no está del todo jodido, al menos en Literatura.
Gracias Mario, por todos los buenos libros. Y que vengan muchos más.