Después de treinta y dos años
la escribana quería jubilarse,
escuchaba la conversación
en la mesa de atrás
mientras tomaba café.
Nunca un problema, sólo aquella vez
que preparó el acta
-porque llamaron diciendo que ya venían...-
y, después no apareció nadie.
No llegaron, no aclararon.
Nunca supe qué ocurrió.
Su voz sonaba tan estricta,
meticulosa, conforme a.
Fue en el 2006.
Había hecho el encabezamiento.
Y ahora ni siquiera puedo explicar
esa página en blanco.
Lástima, pensé, que no se dedicara a la poesía.
Sólo quise abreviar el trámite.
Tan puntillosa ella.
Tan severa.
Pero una página en blanco
manchaba sin piedad
-quién lo diría-
un expediente impecable.
Graciela Perosio (Buenos Aires, 1950), Balandro. Paradiso. Buenos Aires. 2014.