Revista Salud y Bienestar
Todos tenemos distintos grados de reacción. Y una misma persona puede no reaccionar con la misma intensidad ante diferentes incidentes o en diferentes situaciones.Por ejemplo: si una madre ve que su hijo pequeño está por meter los dedos en un tomacorriente, lo más común es que le grite ¡NO!Otras madres quizás no sólo griten ¡NO!, sino que además es posible que le peguen al niño en la mano. También hay madres que además de gritar o pegarle en la mano, quizás le den un sermón al niño haciéndolo sentir un inútil o un estúpido.Pero también hay madres que contienen la respiración, se acercan rápidamente al niño, lo alejan del peligro y le explican que si mete los dedos en el tomacorriente se lastimará de una manera importante, y ponen énfasis en que no debe hacerlo de nuevo, tapa los tomacorrientes de la casa, etc.Ninguna de estas madres, independientemente de cómo reaccionen, tienen la intención de abusar emocionalmente de su hijo. Simplemente, no desean que su hijo se haga daño.
Pero hay maneras y maneras de poner límites y de decir “NO”.Hay maneras constructivas y maneras destructivas, o bien, maneras positivas y maneras negativas. El abuso emocional cae dentro de las maneras destructivas o negativas de poner límites o decir que “NO”.Los grados de reacción varían desde no darle importancia a un incidente hasta sobre reaccionar (o reaccionar exageradamente). Y estos distintos grados de reacción también dependen de la situación por la que está atravesando una persona.Por ejemplo, si un alumno está reprobando cursos en la universidad y le va mal en un examen más, quizás insulte al profesor o sienta que el profesor se está burlando de él. O también, es posible que descargue su frustración en su casa, tratando mal a sus padres, en su entorno social, tratando mal a sus amigos o a su novia. Es como si alguien tuviera que pagar por las experiencias negativas que él está viviendo.En el caso del hombre cuya esposa era adicta a las "visitas telefónicas", es posible que cuando suene el despertador por la mañana para ir a trabajar, lo arroje contra la pared en lugar de apagar la campanilla, o empuje a su esposa fuera de la cama y le “ordene” que le sirva el desayuno rápido.Cuando una persona se siente frustrada, por lo general siente ira y necesita canalizar esta energía negativa de alguna manera.También, cuando una persona se siente frustrada quizás no sienta ira sino un marcado sentimiento de depresión o de apatía.Por ejemplo, la esposa que hablaba todo el tiempo por teléfono, puede sentirse humillada por las agresiones de su marido y deprimirse. Puede sentirse sin ganas ni fuerza de voluntad para hacer las cosas de la casa o para cuidar de su apariencia personal, buscar un empleo, estudiar una carrera, hacer algo por sí misma.A veces, algunas víctimas de abuso se sienten tan deprimidas que cometen otros tipos de abuso emocional con sus hijos. Por ejemplo, no los atienden ni se ocupan de ellos, dejándolos hacer lo que quieran, debido a que ellas no se sienten capaces de poner límites o de hacerse cargo de las tareas que le competen.Así, en el ejemplo del principio, el empleado que es humillado por el jefe en su trabajo, puede sentirse incapaz de poner límites en su casa. O puede sentirse muy frustrado profesionalmente o sentir que no vale nada como persona. Y al llegar a su hogar, quizás le haga pagar el precio a su pareja o su esposa o a sus hijos, ya sea agrediéndolos verbalmente o ignorándolos.Ignorar a alguien o ignorar las necesidades de una persona, también constituye una forma de abuso emocional. Quizás sea la manera más dolorosa de agredir a otros. Es por esto que, a veces, algunas personas prefieren soportar el abuso emocional explícito (verbal, físico, etc.) antes que ser ignoradas.Prefieren recibir caricias de lástima o migajas de afecto antes que indiferencia. Y es por eso que permiten que el abuso tenga lugar. No conocen otras maneras saludables de relacionarse con los demás.