Revista Música
Los mexicanos de Circo Volador intercambian experiencias con jóvenes gaditanos acerca de la cultura popular
Arte accidental, escrituras callejeras, rimas verdaderas, trazos de la vida urbana y una pìntada, "Será por amarte", a la vera del antiguo correccional. Varios chavales con gorra y camiseta aguardan en el centro Tartessos. Mhes, Bestial Beat y Bull hablan de "lo bueno y lo malo" de la cultura popular. "En Cádiz no nos dejan pintar, pero el Ayuntamiento organiza un concurso de grafitis, un concurso sobre algo que está perseguido. Paradójico", señala Mhes. "Mientras, en Puerto Real tenemos paredes legales, en el instituto Virgen del Carmen, por ejemplo". Cuentan experiencias positivas en el callejón de junto, o en Puntales. Ahora sólo quedan pintadas. No somos vándalos. Los murales evitan las pintadas y cuentan con el respeto y el gusto de la gente". "Aquí vamos de progresistas, pero en San Fernando, Chiclana o Puerto Real, por no hablar de Jerez, hay libertad y espacios de expresión". "A mí me sancionaron con 1.200 euros de multa y trabajos para la comunidad por hacer un grafiti en una cristalera, que se limpia con lejía". Llegan los mexicanos, Giovanni, Humo y la compañía del Circo Volador. Taller de grafitis y hip hop. Tanto monta. Lenguaje común, el espíritu rebelde ya no pertenece al rock. Economía del lenguaje, exuberancia y sencillez a partes iguales. Hermanos aztecas, bicentenario de la revolución en casa de La Pepa, cuna de la libertad condicional. Ya se sabe que en este rincón también está prohibido dar el cante. Paradójico. Todo depende, claro está, del mensaje y de la presunta subvención.
La quincena de grafiteros y raperos inscritos sigue con antención las explicaciones de Giovanni y sonríen por lo bajini cuando el acento mexicano sube de tono. Como hacen los monitores de Cardjin en Tartessos, pero a lo grande, el Circo Volador de Ciudad de México impulsa la cultura alternativa, trabaja con jóvenes marginados y disfruta de murales monumentales y estudios de grabación por arte de la autogestión. Circo Volador nació en 1987. Su fundador, Héctor Castillo, recibió el encargo de analizar la violencia diaria en las diez mil pandillas mexicanas, prácticamente erradicadas en la actualidad. Duro trabajo contra la estigmatización de la juventud. Un plus de creatividad. Circo Volador recuperó un antiguo cine, donde imparte docenas de talleres y ofrece conciertos de rock y derivados. La diversión y la cultura costean proyectos tendentes a reducir las desigualdades sociales, que en América se antojan brutales e insultantes. Sólo el 1% de los mexicanos acuden a la Universidad. La mayoría, carentes de oportunidades, cultiva la cultura de la esquina. Hay mucho subempleo, y no digamos paro, relata Giovanni. En ciertos momentos parece que habla de Cádiz. Y sintetiza. "La cultura es el lenguaje común de jóvenes integrados y marginados. Los integrados compran la entrada de un concierto y así pagan los talleres de los menos favorecidos".
"Tantos años de gobiernos de derecha motivaron que en México no hubiese mucha libertad de expresión", agrega Giovanni Avilés. "Tuvimos una estación de radio, pero alguien insultó al presidente y la cerraron". Talleres de todo tipo, cursos de verano gratuitos, festivales, arte urbano, música de todos los colores. "Una utopía hecha realidad", reza el lema de Circo Volador, que estos días pretende intercambiar ideas, estilos y técnicas con los grafiteros y raperos gaditanos que han tenido acceso a la iniciativa. El jueves, unos y otros mostrarán lo mejor de sí en una improvisada exposición colectiva. Y un curioso certamen interno hará posible el intercambio con más veras: dos gaditanos viajarán a México "con todos los gastos pagados", sueñan los grafiteros en voz alta. "Dicen que México es peligroso, lo mismo no volvemos", recurre uno de ellos a la novelería urbana. "¿Y lo bien que lo pasaríamos?" A saco. Viva Zapata, viva La Pepa.
Mayo 10, Cádiz, Diario de Cádiz