El caso es que la he leído y que me ha entretenido mucho hacerlo, pero si he de ser sincero -¡y he de serlo, claro que sí!- me ha parecido algo viejuna, algo antigua, como si el tiempo no hubiese sido amable con ella. Con todo y con eso la novela 'me ha divertido de a ratos', que suele decirse. En mi consideración global sobre ella pesa y mucho la alta estima en que tengo a"El americano impasible", esa estupenda novela de Graham Greene, una de las mejores, si no la mejor, de las escritas por él. Diré que entre ambas no hay mucha relación, salvo una cierta conexión geográfica entre el viaje a Vientiane en la Indochina francesa de la joven Tooney, uno de los personajes de la que aquí reseño, y la localización de la aventura del peligroso e impasible amigo americano. Por lo demás "Viajes con mi tía" publicada en 1969 y "El americano impasible" de 1955 poco o nada tienen que ver entre sí. Como comenté en la entrada que dediqué a este relato [leer mi reseña aquí] el novelista lo que hizo fue dar en forma novelada noticia del cambio de potencia colonizadora en la zona, que en 1955 pasó de Francia a Estados Unidos quien bajo la disculpa de evitar que la zona cayese como las fichas de un supuesto dominó en la órbita soviética se enfangó en una contienda de la que no saldría bien librado jamás.
"Viajes con mi tía" es una novela más light, menos política que otras del autor, menos pegada al aquí y ahora. La única nota de actualidad en este relato de puro entretenimiento viene dada por las alusiones a los asesinatos de los Kennedy, dato que a los lectores nos sirve para situar el momento de la acción en los años sesenta, más bien al final de esta década dado que Robert Kennedy fue abatido por los disparos de un palestino en junio de 1968. Este detalle unido a la conexión con el nazismo de algún personaje de la novela como Visconti y el refugio que para cientos de ellos representó Sudamérica (Brasil, Argentina y Paraguay principalmente) es lo más político de esta obra. Parece poca cosa, pero sin embargo no lo es tanto.
Por otra parte es evidente que el autor inglés muestra en esta narración un cambio de época: un mundo viejo que muere representado en el espía de la CIA O'Toole, padre de Tooney, que persigue al huidizo nazi que es Visconti y ese mundo nuevo que alborea en la figura de Tooney, joven libre que viaja sola por el mundo, que decide libremente sobre su sexualidad y que junto a tantos otros jóvenes del 68 levanta su voz contra esa guerra inútil y perdida -Vietnam- que está causando infinidad de muertos.
Los personajes están bien construidos aunque a veces sus vicisitudes resulten un tanto inverosímiles. La tía Augusta es mucho más avanzada que su sobrino Harry, hombre maduro de 50 años, que aún no ha tomado una decisión personal y libre por sí solo. A esta ya avanzada edad él sigue aún dándole vueltas a la cabeza sobre si debería haberse casado con Keene, la hija de un antiguo cliente del banco donde trabajaba el cual había amasado una importante fortuna con el cemento. Keene, al no obtener respuesta a sus requerimientos había partido con su padre hacía Sudáfrica. ¿Es creíble un 'joven' de esta edad cuya única preocupación, jubilado ya de su trabajo en el banco, sean las dalias? Es evidentemente un hombre fuera de su tiempo. Henry es un victoriano, tradicionalista, cumplidor de sus obligaciones religiosas y sociales, un hombre que confiesa al final del relato "-He sido muy feliz. Pero me he aburrido tanto... ". Ahora, fuera de este mundo caduco, en Paraguay donde su tía y Visconti, el amor de toda su vida, se han establecido puede que Henry sea feliz de otra manera junto a una joven mujer de sólo 14 años (¡excesivo para mi credulidad!) que como él ama la poesía inglesa: el poema 'Maud' de Tennyson, la poesía de Robert Browning, etc.
"Me había llevado, junto con otros libros más efímeros, el Golden Treasure de Palgrave, los poemas completos de Tennyson y Browning. A último momento, había agregado Rob Roy " (pág. 201)
También con los datos referidos a la literatura se marca en esta novela una evolución generacional. Así mientras que a la tía Augusta y al propio padre de Henry les gustaba la literatura romántica (el poeta Wordsworth a ella, toda la obra de sir Walter Scott a él) Henry, victoriano por los cuatro costados, amaba la obra de los posrománticos citados antes. Quizás Henry haya perdido el tren de la modernidad al no haberse decidido a pedir en matrimonio la mano de la hija del rey del cemento, pero a cambio junto a la belleza victoriana haya ganado la de la juventud presente en María.
Ambos personajes, tía y sobrino, parecen haber decidido parar de viajar. Para ellos viajar no es más que una huida de la certidumbre de la muerte que es la última pared a la que se llega. La vida se hace más larga, más extensa, de mayor duración cuando se viaja... El primer viaje largo que tía y sobrino realizan es a Estambul en el famosos y literario "Orient Express". Cuando tras tantos días de viaje, la estancia en Estambul va a ser de apenas 24 horas, Henry protesta airado a su tía. Ésta por toda contestación dice: "Lo que importa es el viaje " (p. 63). Con razón el propio novelista al hablar sobre este libro lo calificaba de " triste e incluso trágico que trata de la muerte ". No obstante si lo que importa es el viaje, yo pienso que tía Augusta tiene razón cuando lo dice porque lo esencial es eso: vivir y no la estación término.
El autor soportó durante toda su vida el marbete de escritor católico, una adscripción de la que él renegaba continuamente diciendo que no era un escritor católico sino un católico que escribía. Quizás desde nuestra cultura española no se entienda muy bien la importancia de la presencia de referencias al catolicismo habida cuenta de que éste es entre nosotros la confesión religiosa mayoritaria; pero no es así en Gran Bretaña país en el que la diferencia entre protestantes y católicos tiene desde la constitución de la iglesia anglicana importantes significados. Greene se sirve de las características atribuidas a uno y otro grupo para marcar las peculiaridades de ciertos personajes. Así cuando Visconti comenta que la cerveza tomada con pajita emborracha mantienen este diálogo Henry y él:
"-Ha de ser un invento... [le contradice Henry]
-Ya habla el protestante -dijo el señor Visconti-. Cualquier católico sabe que cuando se tiene fe en una leyenda, vale tanto como la verdad. Tenga en cuenta el culto de los santos." (pág. 281)
Y también sabemos de la confesión acomodaticia de tía Augusta, unas veces católica y otra incluso fundadora de una iglesia protestante ¡para perros!:
"- ¿Qué religión profesas? -pregunté -. ¿No me dijiste que eras católica?
- Sólo digo que lo soy por comodidad -dijo -. [...]Me imagino que te sorprenderás si te digo que Curran y yo fundamos una iglesia aquí, en Brighton." (pág. 41)
Pero si hay algo que caracterice más a esta novela de Graham Greene eso es el humor que el autor británico esparce por todo el relato. Es un humor inglés, como no podía ser de otro modo. Un humor que juega mucho con el doble sentido de las palabras (' ashes' [cenizas] que en en contexto del juego del criquet significa la supremacía por la que luchan los equipos contendientes), con la proximidad fonética de ciertos vocablos (' cannabis' y ' cannibals'), con la atribución silenciosa del sentido metafórico de un nombre común al nombre propio de un personaje cuando todos sabemos que los nombres propios están vacíos de significado (' comfort station' [baño público] y el nombre de un personaje, ' Comfort' [Consuelo]), e incluso con los elementos propios de las religiones (' cross' [cruz] y 'double-cross' [traición]), etc.
Naturalmente penetrar en estos elementos humorísticos en una novela traducida es poco menos que imposible. Afortunadamente el encargado de la traducción que he manejado, el argentino Enrique Pezzoni, los aclara al lector a través de una serie de notas al pie. Esto, quizás, explique que la novela no sea por lo que leo por ahí en blogs y redes sociales muy del agrado de muchos lectores españoles actuales si es que estas anotaciones no aparecen. También puede hacer dificultosa la lectura, si la edición manejada sigue la traducción de Pezzoni, el abultado número de términos propios de esa zona lingüística: ' valijas' por maletas, ' changadores' por porteadores de maletas y/o bultos, ' altoparlante' por altavoz, ' douanier' por policía de fronteras, etc., etc.
Pero a mí sinceramente la novela me ha divertido porque no todo el humor es de ese tipo que exige aclaración. También hay notas humorísticas muy a la vista como cuando al referirse a un tipo de muchachas dice de ellas que " Tenían lo que en mi generación se llamaba una mirada "sexy", aunque eso tal vez se debiera a la miopía o al estreñimiento ." (pág. 95) o cuando para justificar el posible error en el cálculo de la edad de Mario, hijo de Visconti, dice lo siguiente:
"-No puede tener más de cuarenta y cinco años. O cuarenta y seis. Tengo una memoria atroz para las fechas.
-Pues aparenta mucho más. Quizá sea por la poesía... " (pág. 111)
La literatura aparece por todo el relato y también la utiliza como base del humor. Así se burla del excesivo empleo de citas literarias porque son muy generalizadoras y esto no cambia aunque la cita sea de Shakespeare de quien la tía Augusta llega a decir que " A veces, Shakespeare es muy mal escritor " (?¡). Es interesante y no deja de tener su punto de humor que el narrador, durante toda la novela el propio Henry, llegue a comparar su unión con la tía Augusta a la que va a seguir en ese viaje, en principio absurdo, que le propone hacer hasta Estambul, a la unión de Sancho Panza con Don Quijote:
"Me sentí como arrastrado tras ella hacia una absurda empresa de caballeros andantes, como Sancho Panza tras Don Quijote, sólo que en pos de lo que ella llamaba diversión, en vez de hidalguía " (pág. 88)
Diré que a Graham Greene siempre le atrajo España, y que la obra cumbre de nuestra literatura formaba parte intrínseca de su bagaje cultural como demuestra que en 1982 le sirviese para dar título a una de sus creaciones, "Monseñor Quijote", amén del juego que en esta novela pero también en "El americano impasible" [leer mi reseña de esta novela aquí] o en "El tercer hombre" le dieron los personajes cervantinos en la construcción de algunos de sus personajes.
En cierto sentido "Viajes con mi tía" es, como El Quijote, una novela itinerante que va engarzando en torno a la figura central del relato -la tía Augusta-, verdadero hilo conductor del mismo toda una serie de historias secundarias que como la novelas intercaladas que Cervantes inserta en su novela van dando consistencia y entidad a la narración.
La novela, por último, es un homenaje a la literatura que aparece en los nombres de los autores y fragmentos citados de sus obras, pero también y sobre todo un canto a la literatura haciéndose. La tía Augusta es, como si de una encantadora de serpientes se tratase, una creadora de mundos a través de la palabra. Muchos de los personajes que aparecen citados en el relato sólo los conocemos porque ella cuenta retazos de la historia que, si la creemos, vivió a su lado:
- "Ya comenzaba a reconocer el brillo en los ojos de mi tía. Se lo había visto en Brighton, cuando me había contado la historia de la iglesia para perros, y en París, cuando me había contado su aventura con Monsieur Dambreuse, y en el Orient Express, cuando me había descrito la huida del señor Visconti... Estaba totalmente absorbida por su relato. Mi padre, admirador de Walter Scott, no habría sido capaz de contar la historia de los Curlew con tanto dramatismo. " (pág. 158)
- "Quizá tuviera razón en despreciar a la señorita Paterson. Pensé en Curran y en Monsieur Dambreuse y en el señor Visconti: vivían en mi imaginación como si ella los hubiese creado. Hasta el pobre Jo, esforzándose por llegar al lavatorio, era una creación suya. Era una mujer capaz de dar vida. Hasta la señorita Paterson había vuelto a la vida, acuciada por la crueldad de sus preguntas. " (pág. 171)
Esta novela, al igual que tantas otras del escritor británico, fue llevada al Cine bajo la dirección de Georges Cukor en el año de 1972. La película tiene la peculiaridad para los españoles de que el ayudante de dirección fue Miguel Gil y que uno de los actores fue el inolvidable José Luis López Vázquez que interpretó el personaje de Achille Dambreuse, hombre casado y con dos hijos, que tenía por amante a tía Augusta. Lo que ella no sabía es que su condición de amante la compartía con otra mujer, Louise, mucho más joven que ella ignorante también de esta doble vida de amante de Dambreuse. Lo más curioso de todo esto, además, era que las dos amantes vivían en el mismo hotel.
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: Esta novela leída en el mes de junio me sirve para ir completando los dos retos en los que durante este 2019 participo: el de "12 libros pendientes" auspiciado por Ana Bolox y el de "Nos gustan los clásicos, IIIª edición" del blog 'Un lector indiscreto'