Más luces que sombras para la exitosa serie de Antena 3
El martes noche terminó la primera temporada de la que ha sido la serie revelación de este otoño en nuestro país consiguiendo un media de audiencia consolidada por encima del 18 % y con aproximadamente 3,4 millones de espectadores. A lo largo de 9 episodios, la exitosa productora Bambú (Gran Reserva) nos ha dejado muestras de elegancia tanto en la realización como con el desarrollo de un relato que mucho nos recordaba a la prestigiosa serie británica Downton Abbey (que reemplazará a Gran Hotel a partir del próximo martes) y que al final se ha desinflado un poco sin dejar de mantener las dosis de emoción y suspense necesarias gracias a los ya habituales giros de guión. Por no hablar del mastodóntico cliffhanger final. Comenta con nosotros las impresiones de esta primera temporada tras el salto.
Si hablamos en líneas generales, la serie protagonizada por Yon González y Amaia Salamanca se encuentra muy por encima de la calidad a la que nos tienen acostumbrados las producciones nacionales. No obstante, si nos ponemos quisquillosos hay que afirmar que Gran Hotel pierde y mucho respecto a un episodio piloto que nos causó una grata satisfacción. El gran problema una vez más ha sido la excesiva duración de los episodios, que desgraciadamente ha llegado a desdibujar algún personaje rellenado minutos descaradamente con alguna trama irrisoria.
Pero vamos al lío, porque el final de temporada desde luego a nadie habrá dejado indiferente cuando se ha desvelado por un lado quién era el asesino del cuchillo de oro y por otro lado quién mató a Cristina Olmedo (una Paula Prendes que afortunadamente ya ha desaparecido definitivamente). Lo cierto es que con respecto a la identidad del asesino en serie, me ha caído personalmente como un jarro de agua fría porque si había un personaje que me entusiasmaba semana a semana ese era Don Benjamin. Un soberbio Manuel de Blas daba vida al veterano maître del Gran Hotel, siempre servicial, siempre atento y ante todo sabedor del lugar que le corresponde aunque con algún sutil guiño de desdén hacia la clase alta. Pequeños brillos que dejaban ver cierta profundidad en un personaje que en mi opinión han tirado por la borda. Y por otro lado tenemos también de forma inesperada (básicamente porque está cogido por los pelos) a Sofía Alarcón como la responsable de acabar con la vida de la hermana de Julio Olmedo. Pues vale.
Una de las tareas pendientes que la oferta nacional debería aplicarse es saber de dotar a sus obras la pausa necesaria para conseguir disponer de un relato ligero y no atropellado en el que los golpes de efectos causen el impacto necesario en el telespectador. En Gran Hotel, desde el primero hasta el último episodio, el eje central de la trama se ha volcado en averiguar la verdad sobre lo que sucedió con Cristina Olmedo, pero hasta tal punto que en cada episodio nos desvelaban tanta información como para rellenar una temporada entera de Mad Men. El gran inconveniente es que no han sabido desarrollar otros ejes argumentales en los que agarrarse y los que sí han creado han llegado a ser algo tibios de interés como el inverosímil lío de faldas de la oveja negra de la familia Javier Alarcón, más propia de La casa de los líos, o las cansinas maniobras de Alfredo Vergara (personaje totalmente desdibujado por la facilidad con la que se le mangonean una y otra vez ) y Sofía Alarcón para hacerse con la dirección del hotel.
Yon González al igual que ya dejé patente anteriormente, cumple y con nota. Otro asunto es que en ocasiones su personaje parezca el propio gerente del hotel paseándose de un lado a otro sin dar un palo al agua y sin que nadie en un hotel tan exigente le llame la atención por su conducta. Respecto a su acompañante femenina, Amaia Salamanca, no hago más que reafirmarme cuando mencioné que su talento interpretativo roza el mediocre nivel del de la actriz Winona Ryder. Sin duda, el clásico relato de amor imposible proveniente de distintas cunas ha sido uno de los motores de la serie. Un romanticismo que no ha llegado molestar hasta llegado el sexto capítulo donde el relato se hacía cada vez más empalagoso eliminado el encanto que todo amor prohibido tiene tanto en la grande como en la pequeña pantalla.
Con respecto a los secundarios estoy seguro de que la mayoría estará de acuerdo conmigo en que habría que destacar al actor (y habitual doblador de estrellas de la gran pantalla) Pep Antón Muñoz dando vida al carismático sabueso, el detective Ayala. Concha Velasco cumple con creces a pesar de que los guionistas se han obsesionado en encasillarla en la eterna lucha de egos entre ésta y la aprovechada mujer de su hijo Andrés, Belén.
A propósito de Andrés, éste último nos ha deparado otra de las sorpresas del capítulo que daba cierre a esta primera temporada ya que por fin pudimos conocer el contenido de la ansiada carta. Para nuestra sorpresa, se trata de la última voluntad del difunto cabeza de familia de los Alarcón otorgando en herencia El Gran Hotel a su hijo no reconocido Andrés. Sin embargo, los últimos minutos hemos asistido perplejos como el joven yacía inconsciente ante otro oportuno intento de asesinato, aunque me apuesto una brillante moneda a que no van a prescindir de uno de los personajes más simpáticos de la serie.
En definitiva, Gran Hotel ha supuesto otro de esos pequeños pasos para la ficción española y un gran paso para la reafirmación del buen camino de Antena 3. Acabamos de asistir a una primera temporada que puede ser catalogada de irregular sobre todo a partir de la aparición de Cristina Olmedo, y que se ha visto arrastrada por esa excesiva duración que impide equilibrar correctamente el ritmo de las tramas. No obstante, la serie cumple en su afan de ofrecer un culebrón histórico de calidad, aunque esperemos que sus responsables sepan tomar nota de sus errores y progresen en la dirección adecuada. Para comprobarlo, tendremos que esperar a que las puertas del Gran Hotel vuelvan a abrirse al público en marzo.