Construida en la antigüedad como muro defensivo contra los bárbaros del norte, la Gran Muralla china es, según el testimonio de los astronautas, la única obra humana que resulta visible desde el espacio exterior.
La Gran Muralla o chang-cheng (largo muro), iniciada en el siglo III antes de la era cristiana, tras la primera unificación del imperio chino, recorre de este a oeste unos 2.400 km. Comienza con el golfo de Zhili, en el mar Amarillo, y se extiende hacia el oeste, por el norte de Pekín, hasta el río Huanghe o Amarillo. A continuación cambia su rumbo hacia el sudoeste para llegar a las cercanías de la ciudad de Lanzhou. Después continúa aún unos kilómetros hacia el oeste, por la región de Gansu, en el límite meridional del desierto de Gobi.
A finales del siglo III a.C. subió al trono Shi Huangdi, emperador unificador de China, que ideó un sistema defensivo para mantener libre su imperio de pueblos bárbaros del norte. Con anterioridad, los diferentes reinos luego unificados habían levantado sus propias murallas, en zonas importantes y estratégicas, con el fin de defender sus territorios de los reinos vecinos.
Shi Huangdi decidió construir una larga muralla en la zona fronteriza del norte y para ello se valió de algunos tramos levantados por los reinos precedentes. Esta primitiva muralla unía las localidades de Lintao y Focouen y rodeaba por el norte el Huanghe. Posteriormente, con la dinastía Han, la muralla fue prolongada hasta su extremo más occidental, en la región de Gansu, donde se encuentran los montes Nan Shan.
En el siglo IV se completó el trazado de la muralla y, entre el mar y la población de Yinzhuan, se realizó, en algunos tramos, una segunda línea defensiva. En el XVI, a causa del peligro mongol, los emperadores de la dinastía Ming modernizaron el primitivo trazado de la construcción y concluyeron los sectores que aún estaban inacabados.
La muralla consta de un doble muro construido con piedras y relleno de tierra y, en la zona superior, posee un camino de ronda con rampas muy pronunciadas. Su altura oscila entre los seis y los ocho metros, y su anchura entre los seis metro de la base y los cinco de las partes altas. Los tramos de rampa suelen interrumpirse cada 75 m, más o menos, por una torre atalaya destinada a la vigilancia. En general, todo su trazado se encuentra perfectamente adaptado a los desniveles y la configuración del terreno.
La finalidad de la Gran Muralla era múltiple; no sólo se pretendía defender el imperio de cualquier invasor y proteger tanto a la población civil como a las cosechas, sino que además se empleaba como medio de comunicación rápido entre puntos distantes del imperio; para ellos se hacían en ella señales de humo, por el día, y de fuego, por la noche.
La guerra chino-japonesa de la década de 1930 destruyo parte del sector oriental de la muralla, el más cercano al mar. Más tarde se restauraron algunos tramos próximos a Pekín, los cuales se han convertido en una atracción turística de primera magnitud. Aunque la gran muralla no pudo cumplir estrictamente sus labores defensivas, sirvió para aislar durante siglos la cultura china de la mongola.