Alberto Rodríguez (director de las galardonadas 7 vírgenes y Grupo 7) nos ofrece una película tensa y oscura, ambientada en los años 80 tras la dictadura franquista, con una atmósfera opresora que poco tiene que envidiar a recientes superproducciones americanas como la serie True Detective (pese a ciertas similitudes con dicha serie la producción de esta película comenzó antes según sus responsables) o el galardonado film del año pasado Prisioneros.
Raúl Arévalo (Gordos, También la lluvia, Primos) y Javier Gutiérrez (la serie Águila Roja, el film 1 franco, 14 pesetas y su continuación 2 francos, 40 pesetas) interpretan magistralmente a los dos policías expedientados encargados de investigar la desaparición de dos adolescentes en un remoto pueblo de las marismas. Si bien es cierto que el guión podría haber dotado de mayor profundidad a estos personajes (el pasado de ambos es bastante plano), los actores consiguen otorgarles una personalidad atrayente y turbadora a partes iguales, convirtiéndose la interpretación de ambos en una de las grandes bazas de la película.
Antonio de la Torre (Balada triste de trompeta, las ya mencionadas Primos y Grupo 7) y Nerea Barros (Rafael, El oro del tiempo), interpretan a los padres de las menores desaparecidas. Ella tiene miedo a un marido excesivamente controlador, pero desea saber la verdad sobre la desaparición de sus pequeñas, por lo que ayudará a la policía a espaldas del marido en la medida de sus posibilidades, otorgando una atmósfera aún más inquietante a la ya incómoda situación.
Rodríguez consigue aprovechar ese carácter rural solitario de los años 80 y construir la trama en torno al mismo, siendo un gran valor añadido para el desarrollo de la historia. A esto ayuda enormemente la recreación de los años 80. Sin necesidad de sobrecargar de elementos la pantalla para recordarnos en qué época estamos, la sobriedad de la puesta en escena nos transporta rápidamente a dicha fecha.
La trama está construida sólidamente, manteniendo el interés a lo largo de todo el metraje y con secuencias verdaderamente tensas, como la persecución nocturna en coche o las visitas a algunas zonas rurales, que sin necesitar grandes alardes visuales consiguen generar verdadera tensión y empatía con los policías encargados del caso. Rodríguez dirige el film con pulso firme, atrapando al espectador desde el primer instante y consiguiendo que no decaiga el interés en ningún momento a lo largo de todo el desarrollo de la investigación.
Otro aspecto sobre el que conviene llamar la atención es la soberbia fotografía de Alex Catalán, con unos planos cenitales de las marismas realmente espectaculares (atención a los títulos de crédito iniciales) y con un aprovechamiento del paisaje sevillano menos conocido verdaderamente magistral. La banda sonora de Julio de la Rosa, quién ya trabajó con Rodríguez en After o 7 vírgenes, subraya esa atmósfera opresora y rural de manera magistral, sin sobresalir en ningún momento pero acompañando y ensalzando al conjunto cuando es necesaria.
Por poner algún pero a esta película, que sin duda es de las mejores del año (sin necesidad de diferenciarla de productos extranjeros), el final es demasiado precipitado tras un desarrollo magistral, dejando algunos cabos sueltos (seguramente a propósito) que restan fuerza al conjunto, descendiendo una película sobresaliente a un mero notable y relegándola por detrás de algunas de las producciones anteriormente mencionadas. Pese a estos detalles finales estamos ante una de las imprescindibles de este año. Muy recomendable.
Un momento del rodaje del film.
Rodríguez dirige a Gutiérrez en un descanso entre tomas.