Escribir sobre Clint Eastwood es una verdadero placer para mí. Bueno, también lo es escribir sobre Breaking Bad, Drive o cualquiera de las entradas de este blog, pero sobre Clint Eastwood especialmente.
Todo el mundo conoce sus películas, en este caso como director, y algunas se encuentran entre las grandes películas de la historia del cine como Sin Perdón, Million Dollar Baby, Mystic River, Un Mundo Perfecto, El Intercambio y Gran Torino.
En esta última, que se suponía era su última película como actor, y así acaba como acaba, se viste con los pantalones sobaqueros de Walt Kowalski, americano de pura cepa con apellido polaco que luchó en la guerra de Korea y ahora ve su barrio deteriorado por las bandas, las familias asiáticas y algún broncas afroamericano. Es todo un señor malhumorado y racista que comienza la película despidiendo a su mujer en la misa por su muerte, alejando a sus hijos de su lado y mirando con ojo torcido a sus nietos. También tiene para el joven cura que intenta ayudarle en ese momento.
No sabemos si Walter vive en ese mundo de odio y rencor, donde los buenos sentimientos se caen de él como la pintura descascarillada de la pared, porque es así o porque le cambió la guerra, o por la muerte de su mujer, o por la degradación del barrio. Poco a poco en la película vamos comprendiendo a qué se debe y vemos que lo ha pagado durante años con los más cercanos.
Walt no parece haber sido un gran padre más allá de lo estrictamente necesario. Ha provisto a sus hijos de un plato encima de la mesa, de una educación y de un modelo de familia adherido a los principios más austeros de lo correcto y nada más. Quizás por eso su hijo es más permisivo con su nieta. Cosas de familia.
Conoce a sus nuevos vecinos y entre ellos está Thao Vang Lor. No le gustan y para hacerlo más difícil el chico le intenta robar el coche. Entonces algo cambia en la cabeza de Walt. Quizás para redimirse de lo que ha hecho en su vida o quizás para sentirse liberado del lastre de los pensamientos negativos se interesa por él. Intenta ayudarle, sacarle del entorno de la banda que le acosa. Le protege y le intenta dar un oficio, como se lo dio a su hijo, a través de conseguirle un trabajo. Le presta herramientas y le presta atención. Le hace espabilar y le intenta dar algo que no tiene viviendo en una casa rodeado de mujeres, un padre.
La escena del post es una de las primeras tomas de contacto de Clint con su vecino. Entra en su casa y se ve rodeado de gente que no comprende y no quiere comprender, pero allí ve una escena que sí le es familiar. Una chica mona se interesa por Thao, pero éste es demasiado tímido y la deja escapar, así que Walt se lo comenta. “Comenta” es una palabra muy suave para el modo que tiene de echarle una mano.
La planificación es muy sencilla. Sólo son dos personas hablando. Casi es una. Pero lo importante son los actores. Las líneas, lo que dice y cómo lo dice. Sin aspavientos, sin artificialidad, simplemente un guión bien escrito y un chico cabizbajo. Le quiere ayudar, es su intención, pero parece que le echa una bronca, aunque lo hace con tanta gracia, no pretendida, que es una escena casi cómica.
Todo es escaso de recursos. El vestuario es de lo más sobrio, las paredes desnudas, la lámpara no tiene tulipa. Ocurre en un rincón en el sótano de la casa, con un arte muy destartalado, nos están contando muchas cosas con todas estas elecciones. Y, pese a que se escuchan voces de fondo y en el resto de las secuencias de la casa hemos visto que está llena de gente, aquí han creado un rincón íntimo donde poder hablar ellos dos solos. El chico está abatido y Walt intenta levantarle a su manera. Thao empieza a ser hombre y Walt empieza a ser humano.