Revista Cine

Gran vals

Publicado el 23 noviembre 2011 por Alfonso

El domingo 20 de noviembre fuimos salvados. ¡Aleluya!, gritamos los rescatados. Ese día, España volvió a resurgir de sus cenizas, a ser la gran nación de otros tiempos, no la de “una, grande y libre”, que eso suena peligroso más por cercano en el tiempo que por franco rechazo, sino la de los Reyes Católicos y Don Pelayo, Lepanto y las Indias, aquel Imperio donde nunca se ponía el sol. Volvimos a ser el faro de Occidente, el brazo del viejo continente a los hispanohablantes de la otra orilla del Atlántico, el país hermano de los norteafricanos… Así debía ser y así fue después de que el eterno aspirante Rajoy contase con un mayor número de votos que sus rivales en las elecciones generales, entre ellos el veloz Rubalcaba: 10.830.693 sobre un censo de 35.779.208 -un 30,72%; un 44,62% si sólo se cuentan los 24.272.671 votos válidos-, sobre una población de derecho de 47.021.031 habitantes -el 23,03% entonces, una inmensa mayoría ¡menor de 1 de cada 4 españoles!-, lo que le otorgó 186 diputados de los 350 posibles -53,14% del hemiciclo: la estadística es así de mentirosa-. Llevábamos tanto tiempo escuchándoselo al peluquero, al compañero de trabajo, al camarero del bar de la esquina, que simpatizantes y no de la propuesta del Partido Popular estábamos deseando que llegase el 20 y pasase rápido para plantarnos en el lunes 21 y abrir las ventanas, dejar que entrase el aire fresco, aroma de jazmines y lavandas, en nuestras casas. Y así fue hasta que la bolsa, la prima díscola y otros indicadores nos dejaron bien claro que la travesía será penosa o no será.
Las reflexiones a este respecto, a las penurias que habremos de pasar y tragar al entregar las riendas del país a un gobierno que no ha de pactar con nadie para nada, las especulaciones, cuando vienen originadas por la observación meticulosa y no la condición del que atisba, son por tanto nefastas. Del mismo modo que no se puede hacer una tortilla sin romper un huevo, no se pueden hacer reformas sin que haya daños estructurales, y de acuerdo que es pronto, que todavía falta más de medio mes para saber a quiénes pedir responsabilidades en cada área, pero de momento el ruido de la descarga de maquinaria nos hace andar precavidos y pensar en lo peor. Y el silencio del capataz, aceptémoslo, no ayuda: crea una tensión felina en el ambiente que lo transforma en un hombre con trazas de incapaz -¿sabrán sus asesores que la gloria del político dura hasta la siguiente votación?-. Con tijeras, cúter o sable los recortes llegarán y el Estado del bienestar seguirá siendo pero no para todos: ¿por qué hemos de comer dos uvas cada uno si yo tengo boca y estómago para digerir cuatro y aguantar tus lamentos?, piensan buena parte de los votantes del equipo triunfador.
Mientras se cumplen las predicciones -cuestión de días: 2012 está a la vuelta de la esquina con las regulaciones en las administraciones, las compensaciones en las transferencias a los pensionistas...-, se puede decir que España pinta hoy poco e interesa menos… incluso para los propios españoles, salvo cuando se trata de animar a un deportista, a una selección nacional. Y como ejemplo sirva la siguiente pregunta: ¿cuántos de los españoles propietarios de un teléfono Nokia -empresa finlandesa, ojo- saben que su popular tono de llamada estándar, el Nokia tune, son parte de una composición del maestro Francisco Tárrega? Seguramente muchos desconocen no ya que son los compases del 14 al 16 del Gran vals -trece notas, en clave de sol y compás de 3/4- sino quién es Tárrega. Dejémoslo claro entonces: ¡cómo hacer que Europa nos respete, se interese por nosotros, si ni a nosotros nos interesa lo nuestro, nos preocupan los nuestros, cuando no llevan nuestro apellido!
Los mercados, ese término abstracto tan de moda y que engloba a todos los ciudadanos con cuenta corriente, hipoteca, tarjeta bancaria, acciones, etc, han dejado bien claro que da igual relieve circunflejo que barba cana, pese a quien pese, haya sido votante o no del futuro Presidente, o él mismo. Y así sera mientras nadie diga a Alabado Obama que no hay tiempo ni monedas para más partidas, que Goldman no puede seguir siendo el rey del casino, que como experimento ha estado bien esto del capitalismo, pero que ya basta. Porque intentar convencer de ello a los mandatarios geográficamente más cercanos resulta imposible y sangrante.
Ha llegado la hora de demostrar lo aprendido, de salir por los salones y dejarse ver y querer. Pero recuerde el futuro barbado Presidente que al bailar un vals se ha de adoptar una postura elegante y erguida, sin mover los hombros, los brazos o las caderas. (Que no habrá de propiciar pisotones a su pareja u otras, se presupone.) ¡Qué disfrute el baile!
GRAN VALSFrancisco Tárrega

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas