Se miró en el espejo. En sus ojos se veía reflejado el cansancio y el estrés de esos días de trabajo. Pero ya estaba. Se acabó. Los días de duro trabajo habían dado su fruto y ese viaje había sido todo un éxito. Ahora tocaba desenchufar y disfrutar de esa ciudad que tanto le gustaba. Abrió el neceser y decidió retocarse un poco el maquillaje. Se soltó el recogido que se había hecho para la última reunión. Se ahuecó el pelo con los dedos y sonrió. Le gustaba la mirada que le devolvía el espejo. Nada como un buen triunfo en el trabajo y horas libres por delante para desenchufar… Mmmm… Quizás podría mandarle un mensaje a ese viejo amigo y darle una alegría al cuerpo.
Se puso el abrigo y la bufanda, cogió el bolso y salió de su habitación. Le encantaba ese hotel, era un viejo palacio reformado, con mucho, mucho encanto. Le gustaban los sitios que seguían manteniendo la estructura original, el espíritu con el que había sido construido…
Salió del hotel. El aire frío le golpeó el rostro y ella se refugió en su abrigo. Sí. Había tomado la decisión. Sacó el móvil del bolso y le mandó un mensaje.
“Al final sí puedo quedar. ¿Te apetece? Estoy en el mismo hotel que siempre. ¿Unas cañas y…?”
No le gustaba andarse con vueltas. Y menos cuando tenía poco tiempo. Ya no era una niña. No entendía la gente que quería quedar para follar pero no se atrevían a decirlo. Simplemente eran prejuicios, viejos estereotipos en el que la mujer no podía ser directa, no podía tener apetencias sexuales… No. La mujer no debía ceder a sus instintos y buscar solo sexo. La mujer debía buscar algo más que una noche apasionada… No. La mujer debía querer una relación estable y con vistas a un futuro… Y no iba a ser cínica y decir que no le gustaría encontrar a alguien que le acompañara en su viaje… Pero no iba a forzar las situaciones, no lo iba a buscar desesperadamente… No. Ya llegaría cuando tuviera que llegar. Pero mientras… ¿Por qué no disfrutar de la vida?
Avanzó por la Gran Vía. Le encantaba esa calle, tan llena de vida, tan llena luces, sonidos… Tan llena de historias. Se le hacía imposible asumir que hacía tan solo poco mas de 100 años la realidad que veían los madrileños eran bien distinta. Creía recordar que habían tenido que derrumbar más de 300 casas, se habían construido 32 manzanas y las obras habían afectado a 48 calles… Los datos era asombrosos…
Se paró en una esquina, esperando que el semáforo se pusiera en verde. Iba en dirección a una de sus pastelerías preferidas de Madrid. Un pequeño rincón donde tomarse un buen café, un cupcake o un pastel y leer un poco. Vio la placa de la calle. Siempre le llamaba la atención que no recibiera ese nombre hasta 1981… Lo lógico es que lo hubieran llamado así desde el principio, pero no… ¡¡Incluso había llegado a tener tres nombres diferentes dependiendo el tramo!! Le gustaban esas curiosidades.
Le sonó el móvil. Un mensaje.
“Claro. En media hora estoy ahí. ¿Cuál era la dirección?”
Sonrió. Así le gustaba. Recordó lo que solía decir una amiga suya… “Como una buena pizza”.
“Gran Vía,22. Te espero en el bar”
Media hora. Aún le daba tiempo a su café y su cupcake. Quizás incluso podría pillar para llevar algo de “postre” para recuperar fuerzas… Sí. Realmente ese viaje iba a ser muy productivo.
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