Da igual que no tengas que coger un tren o que ésta no sea tu parada de metro. La visita a Grand Central Terminal es totalmente obligatoria cuando uno está en Nueva York. Utilizada por más de 100.000 pasajeros cada día y visitada por más de 500.000, es inevitable sentir el pequeño caos típico de una estación.
La Grand Central Terminal se encuentra en el Midtown de Manhattan, próxima a otros puntos de interés y en un lugar de paso. Estamos hablando de una de las joyas arquitectónicas de la ciudad, mucho más que el punto neurálgico del transporte sobre raíles de Nueva York. No en vano, en la estación más grande del mundo en número de andenes con 44 y 67 vías.
La estación que podemos ver hoy en día, inaugurada en 1913, fue construida sobre la antigua Grand Central Station, inaugurada en 1871. ¿Y por qué eliminar una estación para construir otra? Por la necesidad de despedirse de los trenes de vapor y soterrar las vías. Unas obras que tardaron 10 años en verse finalizadas y dieron lugar a la Grand Central Terminal.
Es fácil perderse en su interior, si das más de una vuelta al final no sabes por dónde has entrado ni por dónde quieres salir. La Grand Central Terminal es pleno bullicio: restaurantes, tiendas, exposiciones, pasillos, escaleras y pasajeros, muchos pasajeros. Y no hablamos de cualquier tienda; aquí encontrarás un local de Apple en el que probar su tecnología y conectarte a Internet.
Pero lo que más llama su atención es su hall principal, una sala con más de 1000 metros cuadrados. Su bóveda esta decorada con pinturas de Paul César Helleu que representan las constelaciones y el zodíaco. Además, en esta sala encontraras el reloj redondo dorado que ha aparecido en tantas y tantas películas.
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