¿Cúal es el deporte más aburrido que existe? ¿Críquet, ajedrez, curling? Vale, barrer el hielo parece de idiotas, pero hay cosas peores. La Fórmula 1, por ejemplo, un montón de prototipos dando vueltas en un atasco de lujo. ¿Qué les pasa, no tienen ganas de adelantar? Mas o menos, y es que la cantidad de botones, reglas y chorradas que ha ido acumulando la Fórmula 1 estos años aburren tanto como Sánchez Dragó un domingo por la tarde.
La F1 es ahora una feria internacional de ingenieros que se va de gira por el mundo. Los comentaristas no saben de qué hablar; plásticos, ruedas, tornillos, aire… Mierda, queremos ver coches ardiendo y pilotos surgiendo del humo, queremos lo de Rossi-Márquez y sentir que algo excepcional pasa en nuestras aburridas vidas.
Los únicos que se lo han montado bien en todo esto son los pilotos. Cobran millones por desgastar neumáticos y salir con modelos. El problema de la F1 es que es muy predecible, desde la primera carrera sabes lo que va a pasar. Antes el Toro, y ahora la Estrella lo van a ganar casi todo y el resto a recoger las migajas.
Claro que ganar es fácil. Confeti, sonrisas, champán, recepciones de presidentes… No, tú no pagas, paga el que pierde.
En los últimos años casi siempre le ha tocado al mismo: Fernando Alonso. Si en un deporte pierde el mejor, deduces; ah, comprado, apuestas amañadas, mafia rusa. Pero en la F1 la gente se rasca la cabeza y no entiende nada.
Cuando veo a Alonso en la pista, pienso en un samurai, una pantera negra, un bodhisattva iluminado borrando las fronteras del asfalto… pero también veo a ese abuelo en su coche sin permiso al que rebaso frustrado por no tener potencia.
Vaya añito… no viene ni la gruaLos números de un año desastroso: primeros puntos en la sexta carrera. Mejor puesto: 5ª. Nueve “roscos”. Ocho abandonos…
En Italia, uno de los circuitos más veloces, su coche iba tan despacio que en la A-8 bilbaína hubiera ido por el carril lento, adelantado hasta por el bus escolar.
¿Qué hacer? Llorar, patalear, echar la culpa a otros… Yo creo que es lo típico, pero Fernando es un tío Zen. Coge una silla, se restriega Factor 30 y toma el Sol tan ricamente.
Los lunes al SolRepasando su trayectoria, sólo otro del gremio, Carlos Sainz, se le acerca en cuanto desgracias y decepciones. Después de dos sufridos campeonatos del mundo, Fernando no ha tomado una sola decisión acertada en su carrera. McLaren, mal. Renault, peor. ¿Ferrari? Ahora empiezan a correr sus coches….
Pero para mí Fernando Alonso es el campeón del mundo en algo inédito: saber perder. Ha sabido encajarlas todas, llegar a McLaren cuando era el peor equipo en la historia de la F1 y decir: “Vamos a ganar… algún día”.
Es un elegido, lo sabe. ¿Cómo se sabe? Sabado por la mañana de excursión. Las aguas del río crecen a tu paso, el arcoíris nace en tu camino a la cumbre; la música para cuando te detienes en un paso de cebra esperando a que pase un abuelo.… Es el destino que te mira, es una señal: eres tú, SÍ. Un poco de casualidad y ser uno entre mil millones. Casi tan fácil como la receta del Cola Cao.
Yo creo en ti, Fernando. Muchos echamos de menos los pajaritos, la F1 azul y roja, el bien y el mal dentro de la pista. Aquella mañana mágica en Imola donde Schumi chupó rueda hasta aburrirse. Y además, ver arrasar a una estrella cada domingo es demasiado evidente, fácil, da un poco de asquete.
Ya nadie reta a nadie, los mitos del volante han sido sustituidos por tíos calvos que juegan al ajedrez y beben Acuarius. Que suban todos al cielo con unas alas de fibra de carbono bien diseñadas y un cohete de feria a la espalda.
En su lugar autos de coche con motores de 1000 CV, por favor. Los diseñadores, niños de primaria. Los ingenieros, electricistas 24 horas:
—A ver, un empalme por aquí, otro por allá. Esto te aguanta hasta mañana. Son diez mil euros por el desplazamiento hasta Brasil.
Sé que volverás a ganar, Fernando, porque eres el elegido, porque ganas con lo peor y ahora lo tienes, y porque es el año del mono…
¿Porqué no? Prueba y más repruebas. El año 2016 no promete grande cosas. Pero hay que creer en lo invisible, lo imposible.
Y es que ya lo dijo uno de Bilbao: imposible, ¡Nada la ostia! Y dónde está este hombre ahora: acaba de ser derrotado por un australiano en el deporte más vasco de todos los vascos: Haizkolari=cortador de troncos a mano alzada con dos cojones.
Pues eso, que nada es imposible. A volar pajaritos, a volar… GRANDE, FERNANDO
Posible Bada!