Ángel Sanz Briz (1910–1980), conocido como «el Ángel de Budapest», fue diplomático durante la II Guerra Mundial. En 1944, actuando por cuenta propia contribuyó a salvar la vida de unos cinco mil judíos húngaros durante el Holocausto, proporcionando pasaportes españoles, cosa que hoy no haría mucha gracia a algunos ideólogos de derechas. Al principio a judíos que alegaban origen sefardí, posteriormente a cualquier judío perseguido. Israel lo reconoció como «Justo entre las Naciones».
Horrorizado por las matanzas nazis, Sanz Briz decidió, por supuesto al margen del Gobierno español, como no podía ser de otra manera, proporcionar documentos españoles a los judíos que pudiese encontrar. Negoció con los servidores de Alemania, es decir los húngaros, el traslado a lugar seguro de estas personas. Las vidas que salvó ascienden a unos cinco mil doscientos judíos, para lo cual hizo uso de su influencia, contactos y hasta de su propio dinero, así como de edificios alquilados con los fondos de la embajada.
Las instrucciones recibidas de Madrid, eran el silencio o en el mejor de los casos instrucciones ambiguas. Queda pues claro que el silencio de Madrid era consentidor de un dejar hacer sininvolucrándose directamente.
Esto lo confirma un documento confidencial y secreto elaborado el 15 de septiembre de 1961 por el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella. El ministro reconoce expresamente: «La protección española a los judíos perseguidos durante la II Guerra Mundial.” El Estado español se autodefine protector de los sefardíes, pero la realidad es que pecó de excesiva prudencia. Pero como digo, esto sólo es el discurso de Castiella. Y la verdad es que esta ambigüedad detuvo a muchos diplomáticos para actuar. No así a Ángel Sanz Briz en Budapest.
En cualquier caso, el diplomático obró por su cuenta, a riesgo de las consecuencias posteriores. Varios años después, apareció en Washington un documento, escrito por Sanz Briz en el año 1946, en él deja claro que había actuado por cuenta propia. El diplomático guardó sobre este asunto un silencio sepulcral, que evidentemente podemos entender.
Desde la legación española, se envía al Gobierno de Madrid la petición de ayuda para frenar las crueldades nazis. No se recibe respuesta alguna, y que nadie dude de que en la capital española se sabían de antemano las intenciones de Hitler. Todo comienza cuando Miguel Ángel de Muguiro, encargado de Negocios en la legación española de Budapest, escribe a Madrid horrorizado por la situación.
Miguel Ángel de Muguiro, en su afán por hacer algo contra la barbarie, encuentra un viejo decreto promulgado por la Dictadura de Primo de Rivera en 1924 que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos. Lo bueno, es que los alemanes no sabían que la Ley había sido derogada por la II República en 1931. Por lo que en un arriesgado arrojo consiguen visados españoles y envían a Tánger un cargamento de 500 niños, salvados de la cámara de gas en Polonia.
Este gesto de Muguiro despierta el recelo de los nazis, que presentan una protesta ante su superior en Madrid a fin de que cese en su puesto en la Embajada. Madrid, depone a Muguiro y deja la titularidad de la legación en manos de su secretario, Sanz Briz, quien se convierte así en el responsable principal de la embajada española en Budapest. No sabían los alemanes que el nuevo embajador estaba metido en el asunto hasta el fondo, y el salvamento de judíos continuó con más bríos aún si cabe.
Sanz Briz, más hábil que los crueles nazis, envía al gobernador Adolf Eichmann una carta rindiéndole pleitesías, adjuntando una sustanciosa suma económica para garantizar el respeto a los españoles por parte de las SS. Los nazis desconocían el número exacto de sefardíes; pero, tras previo pago y suponiendo que se trataba de pocos, accedieron. Fue una astuta y bien urdida gestión negociadora, la Embajada española obtiene 200 salvoconductos sólo para sefardíes. Pero, arriesgando su propia vida, y con una gran astucia, Sanz Briz logra conceder estos visados a 5.200 judíos, de los cuales sólo 200 tenían raíces españolas.
Nada mejor que la picaresca española para solventar cualquier situación adversa. ¿Cómo fue posible que con sólo 200 salvoconductos, uno por titular, se puediesen salvar a más de 5.000 personas? Muy fácil y muy inteligente, Sanz Briz convirtió esos 200 visados en una suerte de permisos espaciales para familias; por tanto, válidos para 200 familias. Además, y esto fue un golpe de efecto que raya la genialidad, la numeración de los documentos cedidos por los nazis los descompuso en muchas series, diferenciándolas con las letras del alfabeto; por ejemplo, si cada documento era para unas cinco personas, cada número estaba compuesto de series, es decir, 134-A, 134-B, 134-C, 134-D, etc. De esta manera, esas exclusivas 200 familias se multiplicaron indefinidamente. Lo único que había que hacer era tener suma precaución en no expedir un documento que llevase un número superior al 200.
De regreso a España, Sanz-Briz no recibió ninguna felicitación, también es verdad que tampoco censura por su labor. Ángel Sanz Briz fallece el 11 de junio de 1980 en Roma. Tenía 69 años. Con su muerte desaparecía un hombre bueno, pero su huella, grande para la Historia de la Humanidad, ha pasado casi inadvertida para la sociedad.