Suele pasar (una vez más). De repente, el corazón te da un vuelvo y ves esa prenda que va a convertirse en la solución a todos tus problemas. Perfecta con todo. Fondo de armario total. Vas a ser la sensación. Ríete tú de las egobloggers. Es un poco cara, pero merece la pena. Y poco a poco se van reproduciendo en tu mente imágenes de ti misma con el modelito en cuestion, ideal de la muerte, esto si que es La compra de la semana y no los trapejos que pone Carmeron.
Entonces, cuando estás en ese momento de debate interno en plan lo sueltas-lo dejas-lo sueltas-lo dejas, aparece el sujeto, o más bien la sujeto B, que parece muy interesada en TU prenda y dispuesta a llevarsela. Ajam, que ahora ella va a ser la divina. Si claro. No se hable más, me lo llevo pero que ya.
Y así vas toda feliz con tu bolsita en la mano, sintiendote la mísmisima Carrie Bradshaw, y al día siguiente, dispuesta a estrenar ese modelito estrella, que fijo que todo el mundo va a comentar y decirte lo mono que es y que le súper encanta. Y te lo pones. Y entonces… el silencio. Empiezas a dudar de tu criterio. Lo mismo no era tan ideal. Lo mismo no era tan Sartorialist. Pero ya lo has estrenado. Si es que no tenías que ser tan rápida, tendrías que haberlo pensado un poco más, y si no, devolución al canto. Y de repente ya no pega con nada. Además tenías que haberte cogido una talla menos. Ya solo me queda verselo puesto a Paz Padilla para rematar mis ganas de hacer una fogata y quemarlo. Y tus grandes esperanzas se transforman en una gran, gran compra fallida.
Pero también ocurre a veces lo contrario. Ese vestido que te compraste en las rebajas tirado de precio más porque era barato que por otra cosa. Esa camisa que te llevas con la firme convicción de que vas a devolverla y que terminas estrenando para salvarte de un apuro. Y de repente, a todo el mundo le gusta. Y puedes decir eso que tanto nos gusta de ¿esta chaqueta? Me costó dos duros en Zara en las rebajas. Se convierte en tu básico infalible. Se tira años y años en el armario.
Todo esto viene porque hace un par de semanas me compré una rebeca-chaqueta en Massimo Dutti, de esas que tanto se llevan esta temporada, con la firme convicción de que iba a ser mi mejor inversión en mucho tiempo, y quiero pensar que es demasiado primaveral para el tiempo que tenemos ahora, porque en estos momentos ha bajado a la calificación bono basura en mi armario: no me va con nada. Esperemos que con el solecito renazcan las esperanzas de mi momento fashionista.
Pero no ha sido la primera, ni seguramente la última vez que me pase. Porque en muchas ocasiones, como la vida misma, simplemente es que la cosa no funciona. ¿Cuál es la última gran esperanza que se te ha convertido en fiasco? ¿Y esa prenda con pocas espectativas que terminó siendo un triunfo?
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Ver Artículo Original:
Grandes esperanzas (en tu armario)
Autor:
Cameron
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