Así comenzaba la Guerra de la Evolución…
Después de Inferno, Marvel se dio cuenta de lo rentables que podían llegar a ser estas historias compartidas. Si había funcionado en el Universo Mutante, ¿por qué no iba a funcionar en el Universo Marvel en general? Así fue cómo surgió la tradición de unir los diferentes Anuales de muchas colecciones en una historia compartida. Se hizo a nivel general en La Guerra de la Evolución (poco más o menos simultánea a Inferno) y en Atlantis Ataca, antes de que la editorial decidiera continuar con esta manera de publicar sagas pero a menor nivel, uniendo los anuales por grupitos (sagas como Factor Términus o Los Reyes del Dolor). Pero vamos a centrarnos en esas dos historias, en La Guerra de la Evolución y en ¡Atlantis Ataca!, que ocuparían los Anuales de 1988 y 1989.
En La Guerra de la Evolución, el peso de la historia recae sobre un viejo personaje de Marvel que adquiere aquí protagonismo, Herbert Wyndham, el Alto Evolucionador. Se trata de un antiguo científico obsesionado con la Evolución que se ha hecho con el control de la montaña mística de Wundagore. Anteriormente, en sus experimentos, el Alto Evolucionador había llegado a crear la Contratierra, como experimento evolutivo, y ahora, en La Guerra de la Evolución encontramos que el Alto Evolucionador ha decidido hacer evolucionar por la fuerza a toda la humanidad, a base de algo parecido a “bombas de evolución”, que diferentes héroes tratarán de detener en diferentes localizaciones y en los diferentes Anuales. Así, los Cuatro Fantásticos evitarían que consiguiera las Nieblas Terrígenas de Attilan; la Patrulla-X tendría que hacer frente a Garokk después de que el Alto Evolucionador reparase el daño causado a la Tierra Salvaje por Términus, sus seguidores se enfrentarían a Spiderman y al Hombre-Cosa en el Nexo… Y así, hasta que un nuevo equipo de Vengadores (estos se habían disuelto tras la saga de Nébula, y todavía no se había creado el nuevo grupo posterior a Inferno), organizado por Chaqueta Amarilla II, el Halcón, el Capitán, Hércules, la Bestia y Hulk, se enfrentarían a los últimos intentos evolucionadores del Alto Evolucionador, sacrificándose Hércules para evitar el estallido de la Bomba Evolucionaria, desapareciendo el León del Olimpo junto a Wyndham como consecuencia del enfrentamiento final.
Iron Man y Namor, dos de los protagonistas de ¡Atlantis Ataca!
Y al año siguiente, llegaría ¡Atlantis Ataca! Si La Guerra de la Evolución sentaba sus bases en la ciencia, la nueva saga lo hace en la magia, y recurre a uno de los objetos míticos del Universo Marvel para hacerlo: la Corona Serpiente. Los adversarios serían el sumo sacerdote de Set, Ghaur, y la reina Desviante de Lemuria, Llyra, que consiguen engañar a Attuma para que se una a ellos en sus planes contra la Tierra para tratar de volver a forjar la Corona Serpiente y encontrar a las Siete Novias de Set, siete heroínas que debían dar a luz a los siete dioses serpiente y todo ello con el objetivo final de devolver a Set a este mundo. La Bruja Escarlata, Jean Grey, Tormenta, Hulka, Puñal, Andrómeda y la Mujer Invisible son las elegidas, lo que implicó en la saga a todo el Universo Marvel, participando además Hydra y la Sociedad Serpiente. Mientras Thor, Quasar, la Cosa y el Doctor Extraño se enfrentaron a Set, mientras finalmente las Novias de Set se unían para destruir la Corona Serpiente de Ghaur, con lo que la amenaza quedaba conjurada.
Como veis no hace falta mucho espacio para desarrollar estas sagas, y es que fueron, sobre todo, sencillitas, y con muchos capítulos metidos con calzador. Números dispares, unos mejores, otros peores, tanto en guion como en dibujo, aunque en ellos participaría la plana mayor (y menor) de Marvel. Terry Austin, Mike Baron, John Byrne, Gerry Conway, Steve Englehart, Michael Higgins, David Michelinie, Louise Simonson, Roy Thomas, Chris Claremont, Steve Gerber… todos ellos estuvieron implicados en estas sagas, que marcarían una época, y cuya fórmula se repetiría a menor o mayor escala durante mucho tiempo, en Marvel y en DC. Pero sencillitas y con poca repercusión a la hora de la verdad.