La mañana es notablemente fría en los bosques de Quantico (Virginia). Como cada día, el instructor Matthews ha pasado por su pequeña oficina antes de ir hacia el circuito de entrenamiento. Pero hoy se ha encontrado con un aviso en su contestador. Jack Crawford, director de la Unidad de Ciencias del Comportamiento, ha reclamado a una de sus alumnas.
Matthews estaba convencido que esta llamada llegaría antes de la graduación de su pupila. El presentemiento se ha hecho realidad. El instructor camina calmado hacia la zona de entrenamiento y no tarda en divisar la figura de la aspirante a agente. Tras comunicarle la noticia, la ve correr con ímpetu hacia el edificio principal. Los juniors se emocionan mucho cuando son reclamados por la jerarquía pero ella es diferente, un caso bastante particular. La necesidad de cumplir con su objetivo no despierta alegría sino aún más responsabilidad de la que carga habitualmente. Clarice Starling se dirige hacia lo desconocido y todos sus conocimientos adquiridos palidecerán ante el hombre que está a punto de conocer.
El bosque se abre y aparece la sede de la Academia del FBI. Y Howard Shore nos ofrece una partitura musical en la que sentimos con fuerza cual va a ser el tono de un film inolvidable.
"¿Aún oyes a los corderos chillar, Clarice?"