Si bien nadie duda de la importancia del Duende Verde en los comics de Spider-man, y que ejerce un papel difícilmente superable por ningún otro sujeto montado en deslizador, debemos darle al Duende (Hobgoblin en inglés) el mérito que se merece por traer el concepto a un nivel ni mejor, ni peor, simplemente distinto.
La creación del Duende se debe al guionista de comics Roger Stern, uno de los mejores de su generación y con la capacidad de intentar llevar a los personajes por derroteros nunca antes explorados. Su debut con Spider-man empezó fuerte, enfrentándole nada menos que al Juggernaut, y prosiguió con la inclusión de aliados y enemigos nuevos y sorprendentes, haciendo de esta una de las mejores etapas de Spider-man que se recuerdan.
El punto fuerte vino sin embargo cuando quiso aportar algo más que cohesión al Universo Marvel e ideó a su propio personaje. Tal como él mismo ha confesado varias veces, quería algo nuevo, pero que a la vez evocara claramente lo mejor de lo antiguo; es por ello que ideó el concepto del Duende con mucha inteligencia, no limitándose a coger de nuevo a Harry Osborn y ponerle la máscara de su padre, sino con un enfoque más propio de una novela de misterio.
Un ladrón de poca monta, por casualidad, descubre en un atraco uno de los antiguos escondrijos secretos del Duende Verde. Ante tal hallazgo decide sacar tajada y llama a alguien cuyo aspecto permanece en sombras. Este sujeto se presenta en el escondrijo y, tras constatar lo importante del hecho, ni corto ni perezoso mata al ladrón y se apropia de todo el equipo para sí, incluyendo notas y diarios del propio Osborn, y no sin antes darle ciertos retoques personales. De este modo nace el Duende, y la incógnita está servida.
Durante esos años la identidad del Duende fue un absoluto misterio y la salsa principal de la colección de Spider-man; pasaban otras cosas de vez en cuando, pero el asunto del Duende era el centro de la historia. De manera muy hábil, Stern tejió una maraña de pistas y hechos paralelos que iban poco a poco avanzando el asunto. Así, este Duende, lejos de ser un tipo loco e impulsivo como Osborn, resulta cerebral y meticuloso. Fabrica artefactos nuevos (como las murcinavajas), se mete de lleno en la escena criminal del momento, fraguando alianzas temporales con Kingpin o la Rosa, y estudia con detenimiento los diarios de Osborn, tantos y tan numerosos que se tira la de dios leyéndolos. Su principal interés es encontrar trazas de la fórmula original que le daba al Duende Verde su portentosa fuerza, pero al mismo tiempo, hay algo que le llama la atención en las lecturas... como si Osborn supiera más de Spider-man de lo que él mismo cuenta...
El Duende es un sujeto listo e inteligente que sabe borrar sus huellas muy bien. Emplea a otros como peones y los hace pasar por él mismo, ya sea mediante pistas falsas o trampas en toda regla. Desde el punto de vista del lector, cualquiera puede ser el Duende, y ese era parte del juego: adivinarlo. Roger Stern era tan receloso que se cuenta que no lo sabía ni su mujer. Otro colega guionista le adelantó incluso un evento futuro importante en la contemporánea colección de Alpha Flight, y ni aun así soltó prenda.
Ocurrió sin embargo que Stern abandonó la colección de Spider-man y, fiel a su estilo, no dijo a nadie quién era el Duende, lo que dejó a sus sucesores con un papelón. Se optó por una solución, cuando menos, curiosa, que fuera el último sospechoso que uno pudiera imaginar: alguien muerto ya.
Spider-man lucha, una vez más, contra el Duende, pero esta vez Kingpin tiene algo importante que contarle. Como enemigo común de ambos, no duda en decirle que ese ya no es el Duende que él conocía, sino un usurpador llamado Jason Philip Macendale, que contrató a un asesino para que cogiera desprevenido al Duende original. El punto astuto del asunto es que el Duende original es Ned Leeds, periodista del Bugle, que había sido asesinado varios números antes. La explicación dejó satisfecho más o menos a todo el mundo y dejó abierto el camino para Macendale como nuevo Duende.
El problema surgió en que la decadencia de las colecciones de Spider-man a partir de entonces fue evidente. Llego a afirmar incluso que probablemente esta historia que acabo de narrar, la de Leeds como el Duende, es el final de la mejor etapa del trepamuros (aunque luego brillaría con hechos puntuales como La Muerte de Jean Dewolff o La Última Cacería de Kraven). Macendale no fue bien aprovechado en términos generales: era un tío patético, debilucho (no posee la fórmula original, que el Duende anterior sí consiguió finalmente) y de muy baja estofa moral. Nada que ver con su inteligente, manipulador y altivo antecesor. Seguramente de lo poco interesante que se hizo con él fue el asunto de la posesión que derivó en la creación del Demoduende.
Después de este asunto, y de un traje cibernético que pasó sin pena ni gloria, se le dio a Stern, décadas después, la posibilidad de retomar la historia donde la había dejado. Y realmente, qué gran acierto fue ese. En la miniserie Hobgoblin Lives, el misterio regresa cuando se sabe que Leeds nunca fue el Duende, sino otro peón más del único y original, que se había retirado y se ve obligado a volver cuando Macendale va a abrir la bocaza y decir lo que no debe. Ni corto ni perezoso se carga a Macendale, expone a Leeds a la opinión pública (hecho que era desconocido), y la intriga regresa, pero esta vez sí averiguamos quién es el Duende tal y como Stern lo había concebido. No lo diré por si alguien quiere leerla y jugar al detective, realmente merece la pena hacerlo.
Este nuevo Duende, que en realidad no es nuevo sino el original, resulta interesante porque no tiene especial interés ni ganas de enfundarse a menudo el traje y lanzarse a empresas del pasado. En vez de eso tolera y permite a ciertos sujetos concretos que lleven el traje en su nombre. El ejemplo más notorio es Phil Urich, un chaval que fue el único Duende Verde bueno que ha habido y cree haber matado (una vez más) al original, tras lo cual se hace con el equipo, con ciertas diferencias estéticas molonas.
La primera de ellas: se acabó el deslizador. Osborn se estaba currando un jetpack disfrazado estéticamente como alas mucho más manejable y maniobrable. La segunda: una espada flamígera realmente molona y deudora del hype que tenía la fantasía en esos años. La tercera: él sí tiene fuerza aumentada, dado que como Duende Verde ya la poseía, además de un arma de aquel entonces: una risa sónica. Su personalidad, para ser un villano, era muy molona también: lleva doble vida como reportero del Bugle sacándose fotos de sí mismo, es joven (algo inusual en los enemigos de Spider-man), y trata de conquistar a una chica en su vida normal. ¿Os suena de algo? :D
Este Hobgoblin acabó en la órbita del resucitado Norman Osborn, que le proclamó como 'Goblin Knight', algo así como el primero de sus soldados, mientras que para sí mismo recabó el puesto de 'Goblin King'. Urich sin embargo juega a dos bandas, pues como ya he dicho, tiene en secreto el permiso del Duende original para llevar ese traje.
En resumen, el Duende es uno de los personajes que más evoluciones y cambios ha experimentado en las colecciones de Spider-man. Cuáles son mejores o peores es una cuestión generacional y de gustos, pero sin duda, bastante bueno habría para que haya perdurado tantos, tantos años.
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